viernes, 9 de agosto de 2013

ESLOVENIA (1): BLED





Fue un poco por casualidad.  Por diferentes circunstancias no tenía preparado mi viaje con meses de antelación como otras veces. No tenía los vuelos comprados desde hacía tiempo ni los alojamientos reservados.  De hecho, un amigo se sorprendió de la situación y me dijo. ¿Cómo tú así todavía? ¡¡No te reconozco!! Haz el favor de marcharte rápido a algún sitio, y envíame una postal.  





Le dije: No sé todavía dónde ir. Quizá te la envie de Guadalajara México.  O de Guadalajara España. Pero te la enviaré.  Al final le envié una postal desde Sofja Locka, un precioso lugar de Eslovenia, porque allá es donde me fui. 
Un país pequeño, diverso y precioso, en el que si te apuras, en un mismo día puedes esquiar por la mañana y darte un baño en el Adriático por la tarde.



Así que ya sabéis, como siempre, y ahora de Eslovenia, no intentaré hacer un bloc de viajes, sino explicar las sensaciones i experiencias que he tenido y alguna que otra curiosidad que he aprendido durante mi visita al país. Siempre desde mi humilde prisma, que para cosas más sabias ...blogs bien buenos hay y a montón.











Nuestro aeropuerto de destino no fue esloveno sino italiano por cuestión de precio.  Aterrizamos con Ryanair en Treviso después del consabido sorteo, trompeta final y aplauso de celebración, sello inconfundible de la citada compañía aérea. En Treviso alquilamos un coche con rumbo a Bled. Justo después del cartel de Slovenija lleno de estrellas europeas pagamos la "viñeta", con la que pudimos circular libremente por el país:  15 euros la semana y 30 € un mes. No hay término medio.  Así que aflojamos los 30 euros; sin embargo luego no pagamos nada más de peaje.



Una autopista flanqueada de bonitos paisajes nos conduce hasta Bled, una postal eslovena a los pies de los Alpes Julianos, un enclave con un lago espectacular,  con una isla en forma de lágrima en la que cuentan que los novios eslovenos suben en silencio los 99 escalones hasta la iglesia con la novia en brazos, y en la que nos espera una especie de fiesta de la cerveza con música, chiringuitos y puestos ambulantes de artesanía.

El lado de Bled, con el castillo y la isla
Dos de las primeras palabras que aprendo en esloveno me procuran una cena buena y barata en uno de los chiringuitos: "kebabchichi i lashko".  La primera, una especie de salchichas de carne picada y especiada, parecidas a las kofta árabes; la segunda, una de las buenas cervezas eslovenas.  Con música de acordeón, gentío, y un lago de color cambiante despedimos el primer día en tierra eslovena, un país independiente de la antigua Yugoslavia desde el 25 de junio de 1991 tras una guerra de diez días que fue la primera en Europa después de la segunda guerra mundial.




La zona de Bled es un buen ramillete de maravillas paisajísticas a los pies de los Alpes Julianos, muchas de las cuales pueden recorrerse a pie, porque el país tiene más de 7.000 km de caminos de montaña y el senderismo está muy presente. A pocos km. de Bled está el parque Nacional de Triglav. Allí, no hay que perderse el Lago Bohinjsko,  el lago de aguas más transparentes y turquesas que he visto nunca. Numerosos entrantes son aprovechados como playas y hay cantidad de bañistas en sus orillas disfrutando de las aguas cristalinas de color turquesa y gente navegando en canoas. El agua no está tan fría como uno se imagina y los guijarros de la entrada le dan una transparencia increíble.








El Parque Nacional de Triglav hace frontera con Austria e Italia, y tiene más de 400 montañas que superan los 2.000 metros. Para apreciar tan magnífica panorámica subimos en el teleférico hasta la estación de esquí de Vogel, en una subida de infarto.




El Lago  Bohinjsko desde el teleférico

CUIDADÍN!!!! (en esloveno)


Arriba, y aunque la estación de esquí se vista de verano, funcionan algunos telesillas, y hay caminantes y grupos que disfrutan del senderismo y de los magníficos panoramas.


La estación de Vogel vestida de verano.
Entre los muchos lugares espectaculares de esta parte del norte de Eslovenia se halla el salto de agua de Savica. Tras más de 500 escaleras que suben en medio del bosque se accede a la cascada más importante y visitada de Eslovenia. Aquí sale a la superficie el río Sava, uno de los muchos que corren por tierras eslovenas, que por cierto es una de las más ricas en agua de Europa.

Aquí después de subir los más de 500 escalones.
Me río por no toser.
Todavía nos queda una prueba más para completar la gimcana  que nos habíamos propuesto en la zona de Bled: el recorrido de las gargantas de Vintgar. Unos tres cuartos de hora caminando por pasarelas al lado del río cristalino, a tramos impetuoso y a tramos sosegado para llegar a una cascada y un remanso donde la gente se baña. Precioso.


La Naturaleza nos ha deparado espectáculos grandiosos.  Justo es que lo celebremos con unas cervecitas eslovenas y manjares de la tierra, que todo no va a ser hacer gimcanas.  
El próximo post, un poquito más urbano!!!

2 comentarios:

Josep Maria dijo...

mira si se'n han de fer de coses per prendre unes birres

Carmen Cortés dijo...

Jajajajajaja!!! Ets bo, Josep Maria, ets bo i ja està!!!!