miércoles, 13 de marzo de 2019

VIET-PHONE

Encantadíssima de poder compartir les meves fotos de Vietnam i Cambodja als Centres Cívics de Can Cabanyes i Dalt La Vila de Badalona.  
Moltes gràcies per l'oportunitat!!








Públic de totes les edats!!! Benvingut!!

viernes, 8 de marzo de 2019

MUJERES

MUJERES 
Mujeres rodeadas de flores o de rascacielos. 
Mujeres en bici, mujeres en moto.
 Mujeres de colores, sonrientes, pensativas, 
abstraídas, melancólicas.
Mujeres entre frutas y telas,
banderas y collares.
Mujeres entre canoas y trenes.  
Mujeres de cercanías
y de lejanías....
...y aquella niña turca que fuma 
transgresoramente,
y la de la mirada limpia que mira confiada,
o aquella otra que camina por un sendero lila,
y la que canta cinco lobitos
con su abuela.
MUJERES


La música, de Sona Jobarteh, instrumentista y cantante de Gambia. Las fotos, de mis viajes.

miércoles, 6 de marzo de 2019

HOTELES 1


Siempre me han gustado los hoteles.  
Bueno, quien dice hoteles, dice lugares donde dormir y resguardarte cuando viajas.  Aquí entran desde los 4 estrellas en los que descansar limpia, cómoda y aburridamente, las casas del listo o caritativo de turno que te aloja cuando estás  a horas intempestivas sin reserva ni acomodo, pasando por las pensiones y Guest Houses mochileras donde lo de menos es descansar.
Hay personas que los detestan. Supongo que sus motivos tendrán, porque realmente pueden ser lugares extraños y anónimos, especialmente si vas sol@ o por trabajo.  Pero no es mi caso, y por tanto no me cuento entre ellas. Siempre los he relacionado con lo contrario: viajes, ocio, y descanso después de un agotador día de descubrimientos. Creo además que algunos hoteles son un viaje en sí mismos, y me arrepiento enormemente de no haber hecho una foto de cada uno de los hospedajes a los que han ido a parar mis huesos, pero hubo un tiempo en que lo de menos era hacer fotos.

 Resultado de imagen de hotel rótulo


Tengo que reconocer que de los últimos hoteles, -en general, sólo en general-, hubieran quedado fotografías bastante apañadas y cómodas, pero quizá un poco sosas. No en vano peinamos ya canas y no elegimos hostels precisamente para alojarnos. 
Pero hasta hace relativamente poco las fotos hubieran enseñado lugares cuando menos ...cómo decirlo...peculiares, como aquel hotel de Udaipur en el que por ducha había un agujero en el suelo de la habitación, y en el que nada más salir de nuestra fabulosa estancia, saludábamos a los terneros del hostelero que dormían al otro lado de nuestra puerta.


En fin, viene esto a cuento de que la otra noche tenía insomnio, ese terrible enemigo que a veces ataca, ese atasco de la melatonina que no le deseas ni a tu peor enemigo.  Y como no podía con el contrincante, me dispuse a burlarlo pensando en los hoteles o "lo-que-sea" en los que me había alojado. El insomnio no se fue, pero lo convertí en una fuente de recuerdos y anécdotas que me sorprendieron incluso a mí.
En medio de la oscuridad apareció la imagen del rústico hotel de Jaisalmer y sus magnificentes coleópteros de tonos irisados, en el que por la noche los dragones de las paredes bajaban a escuchar a los músicos callejeros que por unas monedas tocaban en el patio.
Jaisalmer
O ese otro de Denpasar, un very good bungalow bastante chamizo en el que hacíamos puntería con el arco y las flechas que acabábamos de comprar, y donde por la mañana en nuestro porchecito, y después del invariable desayuno de pan de molde con plátano frito, Joan le enseñaba el truco de "ya está la rata debajo la lata" al chavalico que lo había traído.

Denpasar
Por allá asomó también el hotel-ratonera de la primera vez que fui a Venecia, con una habitación deprimente en la que daba tanta penica entrar, que compré chinchetas y postales de los canales y de la plaza San Marcos para engancharlas en las paredes y alegrar un poco el panorama.



Yo quería darle un poco de rigor y cronología a la evocación, pero a esas horas de la noche lo que menos se tiene es orden y método, así que se iban sucediendo sin orden ni concierto las imágenes de los hoteles y las habitaciones,  arrancándome sonrisas y nostalgia a partes iguales.
Así que allí se presentó de improviso la visión del barracón de Urghada.  Sí, Urghada, en el Mar Rojo, donde ahora los lujosos resorts turísticos para hacer buceo llenan el paisaje. De este tengo foto, véase. Ni que decir tiene que en este dechado de comodidad, la luz y el agua se iban y volvían con total arbitrariedad,  que el lugar era un secarral de padre y muy señor mío, y que cualquier predicción de futuro resort allí nos hubiera resultado entonces una auténtica broma. 
Pero como contrapartida, tenías el Mar Rojo y todos sus increíbles peces de colores delante mismo de la puerta,  y te dejaban gafas, aletas, y lo que necesitaras para alucinar dentro de esa magnífica pecera.
Exterior
Interior.  
El calor era el mismo.

Otro recuerdo de alojamiento curioso que me entretuvo por la noche, fue el maravilloso hotel-cueva de la primera vez que visitamos Capadocia.  También adjunto documento gráfico en el que ver la polivalente hornacina, único lugar en la habitación para depositar tus pertenencias haciendo a la vez de asiento, de mesa y de armario, la escobita para hacerte la limpieza de tu cueva y la esterilla de playa para los "pieses".  El detalle del kilim en la pared seguro que lo puso el paisano que cada vez que salíamos de la habitación nos susurraba "kilim, kilim" en una promesa sin parangón de alfombra buena, bonita, y barata para comprar... de la que él por supuesto tendría comisión.



Capadocia
Y otro más me vino a la cabeza, todo lujo y confort: La fantástica habitación azul de Diyarbakir, con camas tipo hospital, una práctica garrafita de agua como único elemento decorativo, un calor de narices, y el ruido constante de los helicópteros vigilando las manifestaciones convocadas por los kurdos. Como podéis observar, no cabe duda de que se aprecia en el testimonio gráfico cierta resignada entereza frente a la adversidad. Y espacio, mucho espacio, como puede intuirse por la situación de las camas en una habitación para dos.



Para poner la nota entrañable y docente me vino  también a la memoria el recuerdo de la pensión en Datça, donde entretuve durante horas a los niños de la casa con mis incomparables trabajos manuales.  Debajo del balcón por cierto había la buganvilla más grande y hermosa que he visto en mi vida.  


¡Y qué diremos del fastuoso hotel de Ghardaia cuyo nombre no recuerdo! Estando todo completo y la ciudad santa abarrotada de fieles,  nos dieron 
por caridad musulmana un habitáculo como para echarse a correr.  El tema era que tal y como estaban las cosas era eso o dormir en la estación, así que lo aceptamos. Cuando se fue el encargado, encontramos al lado un cuarto lleno de trastos con dos colchones apostados en la pared. Albricias! Eran nuevos! Los tiramos al suelo ipso facto y dormimos en ellos sin quitar el plástico.  Peor suerte tuvieron nuestros vecinos, cuya habitación se inundó un par de veces con un chorro misterioso que manaba del techo de su habitación a horas determinadas.  Eso sí, el plurivalente patio-duchas-corral-almacén-párquing del hotel, alojó la mar de bien nuestra moto durante nuestra estancia. Hela aquí la mar de chula. 


No todos los hoteles y/o habitaciones eran lejanos, no, que también apareció en medio de la oscuridad la pensión de un pueblo de Asturias, en la que una noche de verano tuvieron misericordia de nosotros delante de nuestra falta de previsión y por consecuencia de alojamiento, y nos instalaron en una cocina a medio alicatar en la que dispusieron dos plegatines. En aquella tesitura no sabíamos si ir a dormir o ponernos a hacer una fabada.

Resultado de imagen de mestas de con
Asturias
Y sofocos nocturnos me entraron recordando el calor del hotel "La Rosa del desierto" (o algo así) de la ciudad de El Cairo. No sé si del desierto o... del infierno, la verdad. Por supuesto que el aire acondicionado no era un elemento característico de los hoteles que frecuentábamos en aquella época, pero es que allí no había ni ventilador.  Tras sopesar seriamente la posibilidad de dormir bajo la ducha, nos decidimos a pedir uno.  Y nos lo dieron, vaya que sí. ¿Sabéis aquellos ventiladores como de broma cuyo diámetro no supera ni el palmo? Pues eso nos dieron. Y ojo, que cuando nos fuimos se aseguraron de que no lo robábamos. La verdad es que nos hubiera cabido en la mochila.  

El Cairo
No podía faltar en la lista el Sunset-View, un encantador hotel-horno en la campiña india, en el que te despertabas al alba, liger@ como una pluma con la total certeza de haber perdido 2 kg de panículo adiposo durante la noche,  medio narcotizad@ por el olor a insecticida que aún emanaban las pocas carnes que te quedaban, y taladrad@ por los flautines de la madrugadora radio del dueño. El susodicho mientras tanto, seguía confeccionando sus diccionarios japonés-hindi, alemán-hindi, catalán-hindi con todos sus huéspedes, a cambio de unos cuantos tés.  Eso sí, doy fe que hacía honor a su nombre, porque en la terraza del hotel-sauna, se veía un sunset espectacular.


Y ya digo, sin ningún orden me vino al recuerdo Florencia. Mención aparte merece la pensión en la que nos alojamos unas Navidades. Puedo asegurar que era una auténtica reliquia del neorrealismo italiano, y que nunca supimos si era una pensión o una casa de jujús,  porque por una parte el papel de la habitación era el antídoto de la lujuria, pero por otra, estaba la existencia de un solitario y misterioso bidet, en ausencia del resto de piezas del baño. Lo mejor era desayunar entre señoras planchando en boatiné, y señores leyendo en voz alta el periódico.  Y lo peor era para mi compañero, que cada mañana tenía que soportar amistosos gritos de torero, torero... Un verdadero cuadro. 


En fin, no quiero cansar más.  Esto ha sido una pequeña muestra, porque hay más, muchos más hoteles, que dejaré para otra noche de insomnio. 
Espero sinceramente, que aunque aprecio como nadie las bondades del sueño... el relato no os haya hecho dormir ;-)