martes, 30 de junio de 2015

ME DUELE GRECIA


He estado varias veces en Grecia. Admiro el buen gusto que demuestran realzando cualquier rincón por humilde que sea,  agradezco la generosidad de sus raciones y esos detalles tan benéficos del agua fresca cuando alguien se sienta en un bar o de la dulce sandía al acabar la comida. Me gusta que todavía alguien regale mandarinas cuando paras bajo un sol de justicia a poner gasolina.

Me gusta que en su capital los humildes perros callejeros sean de propiedad pública, que la municipalidad los vacune y sus habitantes los cuiden, y que los gatos formen parte del paisaje.






Me gustan sus sencillos y naturales sombrajos de parras y buganvillas, sus partidas de backamon al lado de un carrito de frutos secos y las ajardinadas tabernas griegas con sus mesas en la calle,  y sus velas.
Me gustan sus islas, sus mares, su luz, su fonética curiosamente familiar, su hospitalidad, y recuerdo con cariño cada uno de los momentos pasados allí.


Me gusta y me duele.
Me duele Grecia, y que los tiburones financieros se ensañen con ella.  Me duele que canallas con cuentas millonarias acusen de derrochadores a gente que hace años que lo está pasándo mal. Me duele que la proverbial alegría del pueblo griego y su mediterránea afición por reunirse en la calle, en los cafés y tabernas, se encuentren ahora mismo secuestradas por las tiranas políticas de recortes dictadas por esos mismos canallas que disponen de lo propio y lo ajeno cuando quieren y como quieren.




Ánimo Grecia, seguís enseñando al mundo que la palabra democracia es vuestra, mucha suerte amigos griegos en vuestro referendum.
Todo un Premio Nobel de Economía no se puede equivocar. Y os ha aconsejado votar NO.