Hay personas que siempre llevan a mano una regla, una cuadrícula, una pauta, una bolsita compartimentada o una caja de etiquetas con las que van poniendo orden y método por allá donde pasan.
Esta gente para mí inimitable, siempre tiene los Pilares de la Casa, -a saber: cocina, baño, armarios, nevera - en perfecto estado de revista. Nunca los pillarás en un renuncio. No es con cierto orden, sino orden y concierto. A saber:
a)En los armarios, la ropa aguarda ordenada y clasificada por color, tipo, y largura. Ni que decir tiene, que se mantiene siempre antipolillada, perfumada y doblada de la misma y perfectísima manera y que nunca, nunca, si estiras una pieza se cae otra. En este apartado entran los zapateros: No sólo hay orden; también hay estilo, y además todos los zapatos, -incluídas botas de agua(!??)- lucen milagrosamente nuevos y lustrosos.
(Exactamente como los míos)
b)En la cocina, es para alucinar: cada uno de los miles de utensilios y pequeños electrodomésticos tiene su sitio específico, inamovible, y lo que es más impresionante INVISIBLE!, y cada alimento debidamente etiquetado, se ordena por clase, envase, caja, frasco... en perfecta disposición militar, y ay de aquella gota de aceite que se atreva a regalimar o de aquel arroz que se mueva de su sitio,.
(Ése que se venga a mi cocina que estará a sus anchas)
c)En el baño, más de lo mismo: misteriosamente nunca hay una toalla húmeda, ni áspera, ni por supuesto inclinada inconvenientemente, ni muchísimo menos desparejada de su juego monocromo de tres. Lo único que se ve, mola; y lo que no mola también se podría ver, de lo reluciente y aseado que está dispuesto en su armarito según qué clase de mejunje, cosmético o afeite sea. Eso, sí, las leyendas políglotas de los productos no se ordenan... porque ya están ordenadas.
(Ey, en eso sí que se parecen a los míos!)
d) La nevera es de anuncio: los microorganismos nocivos no entrarán nunca en este santuario de la organización, en el que la comida se agrupa convenientemente según características nutricionales, fechas de caducidad, origen animal o vegetal, y necesidad de frío. Por supuesto no esperes nunca encontrar algo mal cerrado o el plastiquito de la bandeja del pollo colocado descuidadamente; sin embargo siempre, siempre, habrá lugar durante tres días -no más, por favor-, para aquel alimento de " una vez vez abierto consérvese en frío
". (Puedo asegurar que pueden estar más de tres días, jeje)
Todo este milagro del orden me provoca una extraña y malsana mezcla de envidia e inquietud y dicho sea de paso, a la vez me supone una meta absolutamente inalcanzable.
Por ello, al encontrar estas geniales y divertidas fotos de Roman Ursus he prometido solemnemente mirarlas cada día, con el secreto deseo de que se me pegue algo de orden y método que buena falta me hace. AMÉN!