jueves, 8 de agosto de 2019

ÂMSTERDAM: BICIS, CASAS, CANALES...


Habíamos estado en Ámsterdam hacía 28 años. Entonces todavía no peinábamos canas. Era Semana Santa y hacía un frío de padre y muy señor mío, pero entonces tampoco hacíamos demasiado caso de las inclemencias meteorológicas. Y como las ciudades hermanadas con el agua, sea dulce o salada, me transmiten una singular paz y un buen rollo especial, por supuesto me enamoré de Ámsterdam. 

ÁMSTERDAM 1991: Los loros se quedaron en casa XD
ÁMSTERDAM 1991 "John" Sparrow
ÁMSTERDAM 1991: En busca del coffeeshop?

ÁMSTERDAM 1991: "Deixa.m la bufandeta, Carmen!
 Quiso el mercado laboral que nuestro hijo Xavi fuera en abril a trabajar allí... y qué mejor motivo que ir a verlo para volver a la ciudad de Rembrandt, de Johan Cruyff, de los canales y las bicicletas.
El mejor de los motivos para volver a Ámsterdam
Mucho se ha hablado de la ecológica y estructurada circulación  de Ámsterdam y del amor de la ciudad por las bicicletas. Su uso generalizado y militante se remonta de hecho a las acciones de los provos, el movimiento contracultural holandés de los años 60, que invadió las calles de la capital con sus bicis pintadas de blanco para denunciar la contaminación creada por los vehículos privados y el pésimo transporte público de la ciudad. Miles de bicis yendo en contradirección y saltándose las normas, consiguieron colapsar completamente el tráfico de Ámsterdam.  Su éxito fue incontestable. Y sí, ciertamente sigue siendo el paraíso de l@s ciclistas.  De hecho hay más bicicletas que habitantes, y casi el 60% se desplaza con ellas. 
Pero que no se llame nadie a engaño: eso no quiere decir ni mucho menos que sea un paraíso para el peatón, y que su circulación no entrañe peligros. 
Esas bonitas y candorosas bicicletas tienen preferencia ante cualquier vehículo, persona, ser animado o inanimado que se halle en la vía pública de la ciudad y esperan que todos ellos se aparten a su paso.


Los carriles rojos tienen un trasiego constante, y el peatón poco acostumbrado tiene que ir con cien ojos para no ser arrollado por una de esas bicicletas que nunca frenan.  Y no es que vayan despacio, no.  
Si sales con vida de las bicis, siempre puedes ser arrollado por un silencioso y eléctrico tranvía, con lo cual, la supuesta pacífica e idílica circulación de Ámsterdam tiene más peligro que la de Saigón.  No digáis que no os avisé.

Pero la verdad es que la bonita estampa de las bicicletas aparcada en las barandillas de un puente, al lado de los canales, delante de las casas, es inseparable e identitaria de Ámsterdam.
Por cierto, que l@s habitantes de Ámsterdam adoren estos vehículos de dos ruedas no garantiza que todos ellos acaben el año salvos y secos porque increíblemente, se sacan más de 15.000 bicis de los canales anualmente, producto en general de robos o vandalismo. ¡Con lo bonitas que son delante de esas preciosas casas de la ciudad!


Y hablando de casas: esas casas estrechas y altas, esos bellos edificios con escaleras imposibles, grandes ventanales sin cortinas y diferentes frontispicios curvos, en punta o en escalera, son otra señal identitaria de Ámsterdam, que cuenta con más de 7000 de ellos declarados monumentos históricos.  El alto valor del terreno y los impuestos en función de la anchura obligó a construirlas así. Dicha arquitectura como os podéis imaginar no está exenta de inconvenientes.  Dejando aparte el del acceso a tu piso con unas cuantas birras o productos del coffee-shop puestos, uno de ellos es la mudanza, que necesariamente ha de hacerse por las ventanas.  Para ello todos los edificios tienen un gancho arriba donde colgar la polea, y las fachadas están inclinadas para que los muebles no las rocen al subirlos.


Muchas de ellas tienen hermosos ornamentos, escudos, nombres del linaje, y placas con representación del oficio de los dueños.  Y prácticamente todas carecen de cortinas, no se sabe muy bien si por captar toda la deseada energía lumínica o por la tradición luterana y calvinista de no hay nada que esconder.



 
Hay otro paisaje urbano en Ámsterdam que da idea de lo cuidadosos a la vez que innovadores son con las viviendas.  
En la calle Scheepstimmermanstraat, existe un referente arquitectónico que consiste en 60 viviendas construidas por 60 arquitectos diferentes elegidos por cada uno de los 60 propietarios, con 60 soluciones arquitectónicas diferentes sobre una base común: Una altura total de 9,40 metros y la de la planta baja 3,5 m.  El conjunto es hermoso y sencillo  constituyendo un barrio residencial personal, sin alardes e integrado.
©Steve Cadman

Bicis, casas...Canales.  Otra  de las señales de identidad de la ciudad es esa amplia red de canales de más de 75 km declarados en 2010 Patrimonio de la Humanidad.  La gente los vive, los siente realmente suyos, y hace de recorrerlos una de sus diversiones favoritas.  Los grupos de amigos organizan comidas y meriendas en los barcos mientras los recorren pausadamente, los visitantes alquilan lanchas, hidropedales o tours, y las celebraciones no son nada sin los desfiles navegando sobre las aguas del Amstel y sus ramificaciones.



En sus riberas la gente toma cerveza en los los bares mientras ve pasar las embarcaciones, se saca la mesita o la tumbona e improvisa una idílica salita, e incluso monta una barbacoa a la puerta de su casa con vistas al canal.
Las barcazas habitadas muestran sus huertos y sus terracitas y jardines llenos de plantas. Estas barcazas adaptadas eran barcos cargueros de la flota mercantil holandesa que quedaron en desuso y fueron utilizados como vivienda por la carestía de las casas.
Para disfrutar un poco más de los canales alquilamos una barca durante dos horas, una experiencia totalmente recomendable y atractiva.  El día era precioso y navegando entre canales grandes y pequeños tuvimos una visión de Ámsterdam desde el agua de lo más placentera.
  






Navegando se disfruta... y caminando también. Por donde más nos recreamos fue por el bonito barrio de Jordaan, un antaño obrero y ahora uno de los más bohemios y encantadores de Ámsterdam.
Pequeños restaurantes, tiendecitas, tranquilos canales, flores, y calles estrechas en las que los vecinos sacan las sillas a la calle e improvisan tertulias y cenas. Una gozada.


También volvimos al Centro de Ámsterdam: La Plaza Dam, El Palacio Real, el Barrio Rojo, La Avenida y el canal Rokin, la comercial Kalverstraat... 
Habían cambiado después de 28 años, cómo no, y su imponente arquitectura se salpicaba de vez en cuando allá y aquí con edificios modernos.  Sin embargo la tradicional permisividad seguía vigente y  la multitud, sin creerse todavía las temperaturas nunca vistas de 36 grados, -recorría el Barrio Rojo y sus diversos caffeeshops, compraba flores, se fotografiaba en el monolito de la Plaza Dam,  y seguía a sus guías con docilidad por la historia de Ámsterdam.  
Allá seguía el The Bulldog 90, el primer Coffeeshop de la ciudad, que abrió sus puertas en 1975.  Le siguieron muchos más que continúan siendo un reclamo para muchos de los turistas que circulan por el Centro de Amsterdam.






Me ha hecho mucha ilusión volver a Ámsterdam.  Y hacerlo en verano y con buen tiempo ha sido un verdadero privilegio. Me ha gustado ver cómo sus habitantes disfrutan a tope de su ciudad, de sus rincones y posibilidades, de los placeres grandes y pequeños que les brinda, y que lo hacen de manera relajada, con una tertulia amigable a la puerta de casa, tomando una cervecita en un local adornado con buen gusto, dejando estelas con sus barcas en los canales.  



TOT DE VOLGENDE KEER, AMSTERDAM
Hasta la próxima, Ámsterdam!