viernes, 23 de noviembre de 2018

HABLEMOS DEL CENTRO (BUENOS AIRES 3)

Plaza de Mayo
La pomadita para la llaga que me hice en el pie resultó ser un ungüento milagroso que me vendieron en fórmula magistral en una farmacia porteña, más parecida a un museo o a un palacio por los hermosos cuadros y los artesonados que la embellecían,  que a un anodino lugar donde despachar medicinas.  Incluso me pasaron amablemente al "gabinete" para que me pudiera hacer una cura en condiciones. 
Farmacia De La Estrella
Ahora no salgo sin la pócima, y menos hoy, día en el que nos disponemos a visitar el Centro de Buenos Aires todo lo exhaustivamente que nos permita el cansancio.
El llamado Centro de la capital argentina está formado en realidad por tres barrios: Montserrat, Balvanera y San Nicolás, y concentra muchos atractivos turísticos, avenidas y edificios históricos.


La Casa Rosada
La Plaza de Mayo está llena de estudiantes de excursión.  Los más pequeños,  todos juntitos, todos con bata, parecen un ciempiés blanco recorriendo el mapa de la historia argentina: en una punta,  la Casa Rosada,  cuyo color tiene su origen en la primigenia mezcla de cal y sangre bovina con la que ordenó pintarla el Presidente Sarmiento allá por el 1873.  En el centro, la Pirámide, primer monumento histórico de Argentina que conmemora su Independencia. Opuesto a la Casa Rosada, el Cabildo, en el que se proclamó la Junta de Gobierno que substituyó al rey español y al virrey. A la derecha, la Catedral Metropolitana, seis veces reconstruida,  con el Mausoleo del Libertador de América, el general José de San Martín. Mausoleo del que se dice que no forma parte real de la iglesia, ya que José de San Martín era masón.
Un poco más allá, La Manzana de las Luces, que albergó todo un conjunto histórico con diferentes funciones a lo largo de la historia, y la primera Universidad de Buenos Aires.  Allí, en el tour de visita con la inestimable sabiduría y buen hacer de la guía del lugar Alejandra, sabia, actriz, poeta, y maestra a partes iguales, dramatizamos una sesión en la Sala de Juntas de los Representantes de Buenos Aires.  Fue la mar de divertido, e incluso una propuesta de mi hermana salió votada por mayoría.


Aquí, la genial Alexandra, "El Presidente y el Secretario de la Junta de Representantes", antes de someter a votación las diferentes propuestas y aprobar la de mi hermana, jeje
El Mausoleo de José de San Martín
La Catedral Metropolitana




El Cabildo
La Manzana de las Luces
Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo siguen reuniéndose cada jueves a las 3 de la tarde en la Plaza. Dan varias vueltas a la Pirámide recitando los nombres de sus personas queridas desaparecidas.  Impresiona de verdad.

Seguimos por la Avenida de Mayo hasta el Congreso, admirando los magníficos edificios que se suceden a lo largo de sus cuadras. Porque aquí no son manzanas son cuadras. Joyas como el Palacio Barolo, inspirado en la Divina Comedia, los edificios La Inmobiliaria con sus cúpulas rojas o el Hotel Majestic transportan al esplendor de Buenos Aires. 
Palacio Barolo

Plaza de los dos Congresos
El Congreso
Ya llevábamos un buen recorrido (...¡suerte de la pomadita!).  Tocaba hacer un necesario receso, y dónde mejor que en el Café Tortoni, local tan famoso y renombrado que incluso hicimos fila para entrar.  No tuvimos que esperar demasiado, la verdad, y además valió la pena.  El café era una maravilla, no sólo la gran sala llena de cuadros, vidrieras y espejos, sino su pequeño museo y las salas de los espectáculos de tango. 
Y quién sabe, quizá estuvimos sentadas en la mesa donde Borges se tomó más de un chocolate caliente o el idolatrado Carlos Gardel lució su palmito.

El Café Tortoni
Edificio del MOP con uno de sus dos murales de Evita
Av. 9 de julio y Obelisco, icono de Buenos Aires,
con los aros de los Juegos Olímpicos de la Juventud

Una de las manifestaciones que pillamos en el centro
durante nuestra estancia.
 Esta vez de conductores de "colectivos"
La Calle Corrientes, la calle que nunca duerme
La esquina del "cambio"
Los taxis de Buenos Aires, negros con el techo amarillo
Ya reconfortadas tras el descanso continuamos el periplo por la impresionante Avenida 9 de Julio, una de las avenidas más anchas del mundo, en la que destaca el Obelisco, icono de la ciudad de Buenos Aires. Todo este centro está lleno de oficinas, tiendas, preciosos edificios y galerías. La Calle Corrientes con sus teatros y librerías, las peatonales Florida y Lavalle, llenas de establecimientos, de espectáculos callejeros, de gente que vende artesanía. 
Una locura llena de "arbolitos" que es como se llaman aquí a los cambistas que ofrecen cambio por la calle, y de "cuevas", lugares donde se produce el cambio. La cantinela de "cambio", cambio", "cambio"... es continua en la calle Florida y en general por este llamado Microcentro porteño.
Pero aún queda una maravilla por ver hoy.
El Teatro Colón está lleno de chiquill@s que se benefician de la política de popularizar el Teatro,  de acercar sus magníficos espectáculos a la gente en general y a la infancia en particular.
El interior es magnífico, no sólo la sala principal, con una de las acústicas mejores del mundo para la ópera, sino también sus salones y escalinatas.
Teatro Colón
Teatro Colón
El recorrido se ha saldado con éxito y beso los pies del Licenciado en Farmacia que creó el ungüento que salvó los míos.
Pero todavía he de explicar algo.
Hoy a falta de anécdotas con taxistas locuaces, hablaré del señor Hugo, minero del altiplano, de la Puna de Atacama, otro gran conversador, que tuvo a bien saludarnos y presentarse mientras estábamos haciendo fotos en la Avenida de Mayo, gran arteria que une la Plaza de Mayo con el Congreso. 
Tras investigar a fondo nuestra procedencia y relación, y calibrar cual de las dos se parecía a la madre y cual al padre dada nuestras perceptibles diferencias físicas, nos hizo toda una tesis doctoral sobre los revestimientos y materiales de construcción de los más conocidos edificios de la avenida, nos dio su opinión entre muchos otros temas  sobre la situación política, sobre esos artefactos infernales que eran los celulares, sobre la alarmante y progresiva falta de comunicación de la gente debido a ellos, además de bautizar el Congreso con el cariñoso apelativo de La Cueva de Alí Babá.  Todo esto en una esquina, y durante un buen rato, como se puede imaginar por la diversidad y complejidad de los temas tratados.
En un momento dado de la conversación, echó mano de un portafolios con cremallera que llevaba bajo el brazo y dijo que nos iba a hacer un regalo.  
Mi hermana y yo, que habíamos visto la genial película de Darín "Nueve Reinas", nos miramos.  Creo que las dos pensamos a la vez: ahora viene el timo.
Pero entonces, el Señor Hugo nos hizo un regalo de verdad, porque sacó de su portafolios un pequeño álbum de plastiquito y nos enseñó unas fotos de color antiguo y gastado, en las que se veía su pueblo del altiplano, los paisajes de su tierra, y sus familiares. Incluso una foto de su abuela que murió con más de 100 años.
El señor Hugo nos había enseñado sus recuerdos, sus cariños, sus raíces y casi  su alma en medio de una avenida llena de gente y tráfico de Buenos Aires.
Realmente, un regalo.
Le agradecimos cariñosamente el detalle y nos despedimos de él con afecto mientras cruzaba el semáforo,  que cambió de color muchas veces mientras Hugo el minero nos abría su corazón. 
Creo que merecía la pena contarlo.  Casi, casi, fue lo mejor del día. 
Y ya es decir.
Chau, chau, hasta la próxima entrada!! 


2 comentarios:

innocent dijo...

Molt bons reportatges que com lector és de justícia agrair.
M'ha cridat l'atenció la semblança del Teatro Colón amb el Liceu de Barcelona. Aquí ho pots comprovar tu mateixa goo.gl/H5jdBF

Carmen dijo...

Moltíssimes gràcies Josep Maria! Que un lector com tu em faci aquest comentari és tot un honor. i sí, molt cert. Se semblen. Dues joies de l'art i la cultura!Muack!