sábado, 24 de noviembre de 2018

CAMINITO... Y MÁS (BUENOS AIRES 4)


Queríamos sol para ver brillar los colores de Caminito, y el cielo nos escuchó.
Hoy ha salido un sol radiante en Buenos Aires y tomamos un taxi para que nos lleve hasta La Boca, uno de los barrios de Buenos Aires sobre el que más te advierten: viste sin lujos, no hagas ostentación de cámaras y objetos de valor, no salgas de Caminito, no vayas de noche...
A pesar de ser de River, es decir enemigo acérrimo de Boca, el taxista es un profesional amable, y una vez en el barrio, y por iniciativa propia, se desvía un poco y nos da una vueltecita  lenta por el estadio de La Bombonera para que podamos verlo bien e incluso hacer fotos.  Da por supuesto que serán los de River los que ganarán la final de Libertadores, el partido del siglo, pero eso no quita para ser un taxista complaciente y pasear a dos turistas por territorio enemigo.




En este barrio boquense la pasión por el fútbol se deja notar en todos lados, y hay un predominio de los colores amarillo y azul, los de la equipación de los "xeneizes", palabra por cierto que deriva de genoveses y recuerda los orígenes del barrio, habitado en sus inicios por una mayoría de inmigración italiana. Otra de las pasiones de La Boca es Maradona, la mano de dios, el Pelusa, que jugó en Boca Juniors. En fin, que me dé un peso quien vaya a La Boca y no vea a alguien chutando un balón.


Nada más bajar del taxi aparece ante nosotras la explosión de colores de las chapas onduladas que conforman muchas de las casas y conventillos de Caminito. Sabemos que hemos llegado, no sólo por el abigarrado cromatismo, sino porque Carlos Gardel revivido está haciendo firuletes tangueros con una bella dama, el vivo retrato de Maradona con la "remera" de la selección argentina posa en una foto con una turista, y una señora lleva a sus cuatro perros vestidos del Boca Juniors con camiseta amarilla y... pantalones tejanos!




Messi, Che Guevara, Maradona y Evita asoman sus figuras de cartón piedra y  saludan desde los balcones, e incluso el Papa Francisco permite compartir su bendición "urbi et orbe" desde el balcón de la principal esquina de Caminito.



"Estáis media hora y os vais" nos habían dicho.  ¿Media hora? Ya llevamos tres, inmersas en este colorido retazo de Buenos Aires.
El tango suena aquí y allá con su tono dulzón y melancólico, mientras los artistas exhiben sus obras en las galerías o al aire libre, y los escolares atienden las explicaciones de sus maestras sobre aquel pintoresco universo de color que seguro les encanta.  
Los esmerados letreros de tipología antigua y palabras olvidadas a este lado del Atlántico -exprimidos, mejunjes, tragos- compiten entre sí.  También lo hacen los conventillos, convertidos en pasajes llenos de tiendas y galerías, con sus nombres a cual más sugerente: Conventillo de los sueños, Corazón de Tango, El Gran Paraíso, El Camino Imaginario...

También dan muestras aquí en Caminito de esa fina ironía porteña, de ese humor guardado en la recámara que sale disparado como un tiro de oportunidad en cualquier momento.  Como cuando el músico del bandoneón deja de tocar y me avisa: -¡¡Cenicienta!! al caérseme la sandalia desde lo alto de un conventillo ante la bulla general.



El sensual baile del tango se gestó en el Río de la Plata.  La voz, el bandoneón, pariente del acordeón y la concertina, el piano, el violín, la guitarra y el contrabajo le conforman la estructura instrumental; la jerga típica, el lunfardo, le presta sus palabras canallescas,  ideales para amores y desamores, para encuentros i desencuentros; los cuerpos de los bailarines le otorgan la sensualidad, el lance, el abrazo, la caminata, el corte y la quebrada. ¡Qué baile, madre mía, qué baile!




El Tango.   "Ese pensamiento triste que se baila" según dijo el compositor Enrique Santos Discépolo. Quién pudiera realizar esos firuletes, esos giros, esos ganchos y boleos.  
Pero en el colorista universo de Caminito todo es posible.
Aquí tenéis la prueba irrefutable, jeje.




Aquí, con la artífice de nuestras fotos tanguistas :-)
Abandonamos Caminito  con la retina llena de colores.  
Todavía queda mucho día.  Y eso es genial en Buenos Aires.  Porque ahora mismito y con un taxi que nos lleva de punta a punta de la ciudad por menos de 5 euros nos vamos a la antítesis de Caminito, al barrio de La Recoleta.  Del día a la noche, de los genoveses a los parisinos,  del conventillo al chateaux, de la chapa al mármol, de la baja cama a la alta cuna, de la popular Caminito a la aristocrática Avenida Alvear.
Allí nos espera el Cementerio de Recoleta, un verdadero Museo de esculturas y  mausoleos donde descansan los restos de personajes célebres de la historia de Buenos Aires, entre ellos el de Eva Duarte, que sorprende por su discreción y sencillez en medio de tanta magnificencia.





Antes hemos hecho una picadita con dos cervezas Imperial en La Biela, bar notable de Buenos Aires donde nada más entrar se encuentran las figuras de Borges y Bioy Casares en una conversación detenida en el tiempo, y en la puerta está el inigualable Messi, señalando al cielo.



Todavía queda tiempo.  
No es que se nos haya subido el lujo a la cabeza después de deambular por La Recoleta, pero nuestra próxima parada es Puerto Madero, porque independientemente de que sea un barrio nuevo y de los más exclusivos de la ciudad,  el paseo al lado del río al atardecer es muy agradable. Los modernos edificios se recortan en el cielo de la tarde y van cambiando de color con la caída del sol, los restaurantes y locales que dan al paseo comienzan a encender sus luces y a animarse de lo lindo, y sus calles con nombres de mujer se distribuyen limpias y arboladas a banda y banda del Puente de la Mujer de Santiago Calatrava. La  zona universitaria aún tiene actividad y las embarcaciones balanceándose en el río se disponen a dormir entre lucecitas.







Y después de cenar una pasta exquisita en el Sottovoce y con la satisfacción del beber cumplido con un buen vino de Mendoza, nos retiramos a nuestro hotel. 
Al entrar, causamos una gran alegría entre nuestras amigas recepcionistas que sabían que íbamos a visitar Recoleta. Al vernos, nos informan de que hoy, a las 18:30, se ha producido un atentado en el Cementerio  y ha explotado un artefacto hiriendo a la mujer que lo colocabaAfortunadamente, una hora antes habíamos abandonado el recinto.
Caemos rendidas.  
Sueño y se mezcla todo. Veo avenidas llenas de palacetes pintados de abigarrados colores, tanguistas bailando entre mausoleos, rascacielos lujosos al lado de la Bombonera...
Mañana más!

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