martes, 30 de octubre de 2018

TÁNGER


TÁNGER. En otro tiempo, el simple nombre de la ciudad era sinónimo de permisividad, de glamour, fiestas canallas, de paraíso fiscal y de bohemia cultural, amén de refugio de artistas, gente adinerada, buscavidas, espías, exiliados, granujas y contrabandistas.  El insólito estatus de la Zona Internacional de Tánger, dependiente de Bélgica, España, Francia, Italia, Paises Bajos, Portugal, Estados Unidos y la U.R.S.S. hasta su plena incorporación a Marruecos en 1960, y su codiciada posición estratégica, en la punta del continente africano a caballo entre el Mediterráneo y el Atlántico, dotaba a la ciudad de una condición idónea para ser caldo de cultivo de intrigas,  espionaje, y atmósfera permisiva, de lugar canalla por excelencia,  mezcla de modernidad y exotismo, y de objeto del deseo y lugar de residencia de gente muy dispar. 

Antigua propaganda en la pared de la muralla


Uno de los nombres míticos en Tánger
Toda esta situación dotó a la ciudad de un aura especial y cosmopolita que animó a visitarla e incluso a pasar largas temporadas en ella a actores y actrices como Rock HudsonElizabeth TaylorGina LollobrigidaOmar Sharif, pintores como  Delacroix, Fortuny, Bacon y Matisse, y escritores, especialmente los de la generación beat Jack Keruac, Allan Ginsberg, William S. Burroughs y Paul Bowles, que estuvo allí hasta el fin de sus días, y Truman Capote o Jean Genet.



Plaza 9 de abril 
con la Mezquita Sidi Bouabid al fondo 
Dijo William Burroughs: “Tánger es uno de los pocos lugares que aún quedan en el mundo donde en la medida que no cometes un atraco, empleas la violencia ni asumes abiertamente una conducta antisocial puedes hacer exactamente lo que quieres. Es el santuario de la No Interferencia”.

Sin embargo, la colonia de extranjeros vivía bastante ajena a la problemática real de la población autóctona, y a las palabras de Burroughs podemos contraponer las del escritor tangerino Anouar Majid"La comunidad de occidentales prácticamente no salía de sus esferas particulares, nunca aprendieron la lengua, y utilizaron la ciudad como escenario exótico de sus preocupaciones del Primer Mundo".
O confrontar las obras del enorme escritor tangerino Mohamed Chukri, en las que describe con realismo y crudeza el Tánger de miseria, violencia y prostitución que él vivió y que convivía en aquella época con los lujos y el glamour de los millonarios europeos y de los intelectuales extranjeros que "apreciaban Tánger, pero no tanto a los tangerinos". Vale la pena leer el artículo sobre él que dejo en este enlace.

La Plaza Faro, en la Ciudad Nueva
En la época dorada de la ciudad de Tánger,  las colonias de extranjeros frecuentaban diferentes hoteles y cafés cuya fama traspasó fronteras: el Hotel Ville de France y el Hotel el-Muniria, el Gran Café de París, el Café Hafa, El Hotel Rembrandt, El Minzah, el Hotel Fuentes o el Hotel Continental, fueron testigos de negocios, tertulias, creaciones artísticas, negociaciones y trapicheos, así como escenario de películas como "Alta tensión"o "El cielo protector", o más recientemente, "Spectre", la última de la saga Bond . 
"Sería preciso tener veinte brazos y días de 48 horas para darse una idea de cuánto he visto en Tánger”, llegó a decir Delacroix.  Y es que esta ciudad que incluso fue propuesta para sede de las Naciones Unidas, era un verdadero crisol donde se fundían nacionalidades, lenguas, religiones, aspiraciones, deseos, pasados y futuros. 
Aún a día de hoy, merece la pena acercarse al menos a visitar alguno de ellos para evocar los tiempos de la Tánger bulliciosamente cosmopolita .   
En las habitaciones del Hotel Continental se alojaron personalidades
 como Winston Churchill, Pío Baroja, Emilio Castelar, Antonio Gaudí,
 Jacinto Benavente, William Burroughs,
William Somerset Maugham, Henri Matisse... 
Luego vino la gradual "marroquinización" de la ciudad cuando pasó a formar parte del reino alauita, y muchos de los capitales y de los extranjeros se fueron. No todos, ya que todavía hay descendientes de españoles de segunda y tercera generación  que hablan árabe y español y se consideran tangerinos, pero de hecho son españoles y viven con tarjeta de residencia, ya que no pueden optar a la nacionalidad marroquí.
En los 60 y gracias a que esa atmósfera permisiva sobrevivió a pesar de los preceptos del Islam, hubo visitantes y residentes tan famosos como Brian Jones, Jim Morrison, Mick Jagger o Keith Richards, que coqueteaban alli también con las drogas mirando hacia la costa española desde las terrazas del Café Hafa, o con la música de trance de los maestros de Joujuka, un pueblecito de las montañas del Rif. 


Y aunque es una interesante ciudad con muchas cosas que hacer y siempre me había fascinado su aura mítica, había estado varias veces en Marruecos y todavía le debía una visita. Así que había llegado el momento.






Cafés y restaurantes en la Av.Mohammed VI, anteriormente Av. España

 El taxi nos dejó en la Av. Mohamed VI, cerca de la entrada a la Medina por la puerta Bab Marsa, y después de una pronunciada cuesta nos adentramos en ella,  donde una multitud coincidía con la salida de los niños de la escuela, y el alboroto era considerable: ancianas tocadas con el sombrero rifeño vendiendo cestos, niñ@s con corbatitas y carteras de los minions,  comerciantes, desocupados,  paseantes, turistas... Y casas de cambio, tiendas de alfombras y marroquinería, puestos de zumos, escaparates con dulces, fuentes, y varias preciosas puertas de colores hasta llegar a la Plaza del Pequeño Zoco.  Allá, los concurridos Café Al Menara, el Tánger, el Tingis, el Grand Café Central, se repartían la clientela, que tomaba sus tés a la menta, sus cafés o zumos, y dejaba pasar el rato observando la gente y la algarabía como antes hacían Paul Bowles y compañía. 






Los callejones adyacentes a las animadas plazas se adentraban en la silenciosa Medina y se sucedían los pequeños negocios, talleres y hostales en un laberinto desconchado blanco y azul, en donde aparecían entre puertas y recodos niños corriendo y parsimoniosos hombres con la tradicional chilaba.












Caminaba tranquilamente por esta parte antigua y tradicional de Tánger y contraponía a la tranquilidad y el silencio, las trepidantes imágenes de la persecución por las azoteas en "El ultimátum de Bourne", y  me imaginaba a Matt Damon saltando de balcón en balcón, de terraza en terraza, con la policía pisándole los talones por ese intrincado galimatías de rincones y tendederos.

Rincones de la Medina




Y pensaba en el enorme plató de cine que había sido Tánger, y que es todavía.  De hecho, se estaba rodando una coproducción angloamericana en El Continental en ese mismo momento.  

Desde James Bond hasta Bertolucci, pasando por "El tiempo entre costuras" y otras películas menos relevantes, han convertido diversas veces la ciudad en un plató. Aquí dejo un interesante enlace para cinéfil@s.


Y hablando de cines, aquí se puede ver el famoso Cinema Rif en la Plaza 9 de noviembre,
donde no sólo se proyectan películas, y se hacen semanas temáticas,
sino que también ofrece biblioteca, talleres,
y un café donde pasar el rato mirando el devenir de la plaza.



La Ciudad Nueva a la que se puede acceder desde la Plaza 9 de noviembre también depara recuerdos de su pasado internacional, y siguiendo el Boulevard Pasteur se encuentran bellos edificios correspondientes a instituciones y consulados y la bonita Librairie des Colonnes, lugar mítico frecuentado por escritores y artistas.







Y es que Tánger da para mucho, porque cuando la Medina se oscurece, cierra sus talleres y se duerme con el rezo del muecín, hay otra zona en Tánger que despierta, o mejor dicho que se activa más, porque despierta ha estado todo el día, y delante del mar, en la parte nueva, abre sus restaurantes con vino como el Tangerino -donde comimos fresquísimo pescado-, sus discotecas, y su laissez faire, laissez vivre, como en otros tiempos.

En el Paseo Marítimo junto a la playa existen gran número de cafeterías, restaurantes, discotecas y hoteles, y la animación por la noche está asegurada.
Restaurante "El Tangerino": pescado fresco, calamares...Mmmmm


El paseo al lado de la playa de la ciudad es muy agradable, y la luz, esa fabulosa luz que cautivó a Delacroix y Matisse resalta la kasbah blanca al fondo, recortándose en un azul imponente.  Si no apetece andar, el taxi por poco precio te acerca de nuevo a ella, para perderte otra vez entre sus calles,llenas de los claroscuros que el sol produce en ellas, llenas de mezcla y de tesoros escondidos entre desconchones, en las que los nuevos occidentales desembarcados en Tánger han comprado casas para convertirlas en riads en los que alojarse y admirar el mar desde sus terrazas.









Me ha sabido a poco mi visita a esta Tánger cordial y hospitalaria. Aparte de las huellas visibles de ese pasado, ha quedado esa tolerancia de convivir religiones y lenguas. 
Atrás quedó la época dorada que la convirtió en un mito, pero quiero pensar que ahora la población autóctona quizá sea más dueña de la ciudad que entonces.
Mohamed Chukri se preguntaba con razón:

"Tánger, ¿un mito? Cierto es innegable, pero ¿para quién? Tánger ¿un paraíso perdido? Si, porque existen todavía testigos de su antigua prosperidad, pero ¿para quién? ¿El encanto irresistible e indomable de Tánger? No deja de ser cierto, pero, repito ¿para quién?"

El Tánger de ese mito que un día fue va dejando de existir, la decadencia se enseñorea de lugares como el Teatro Cervantes, o de algunos sitios míticos que ahora son sólo ruinas, y entonces a muchos les invade la nostalgia de un tiempo que se perdió. Pero quedó un enorme legado convivencial, patrimonial y artístico de esa época. El Tánger actual se está reconstruyendo, reinventando. Puede ser que a muchos nostálgicos no les guste tanto,  pero quizá sus habitantes puedan ser ahora realmente los principales beneficiarios de su reinvención. Ojalá. O Insha' Allāh como dicen allí.

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