miércoles, 25 de julio de 2012

EL SOL DE ATENAS (2)

Hace muchos años que estuve en Atenas.  Fui con dos buenos amigos, Antonio y Maite,  era muy joven, y ni cámara de fotos llevaba (¡impensable!).  De hecho, las dos únicas fotos que tengo que dan fe de mi viaje, una en el Pireo cenando con un grupo de recién conocidos viajeros, y otra en la fiesta del vino de Dafne con la botellita de vino puesta y con señales de estar pasándolo muy bien, me las enviaron unas chicas vascas que conocí durante el viaje.

Al cabo de tantos años he vuelto a Atenas, en tránsito hacia las islas de Paros y Naxos.
Ahora mismo hay una idea bastante extendida de que Atenas resulta una ciudad peligrosa,  de que enseguida está vista, de que no merece la pena entretenerse allá.  Sin embargo yo he querido detenerme unos días en la capital griega y aquí dejaré mis sensaciones de esas jornadas, que como siempre digo cuando hablo de un lugar visitado, no son más que sensaciones.  Ni menos... ni más.

Normalmente a las ciudades el sol las favorece. Hay ciudades que tienen la mala suerte de vivir en un clima gris que les resta atractivo, un clima triste que no quiero decir que las afee, pero casi. Esas ciudades agradecen de manera espectacular que las ilumine el sol de verano,  porque las viste de gala,  les da esplendor y magnifica sus encantos.
El Erecteión sobre Atenas

Sin embargo, tengo la impresión de que en verano, en Atenas pasa lo contrario: el sol, -que al menos durante el estío siempre es inclemente allí -,  la descubre en exceso, en su totalidad y sin ningún pudor, la sobreexpone fotográficamente hablando, desvela todas sus luces y todas sus sombras, magnifica bajo un foco injusto y perpendicular sus defectos, la hace abrasadora .   No hay nada ni nadie que pueda esconderse o disimularse bajo la luz inmisericorde y cenital de Atenas. Quizá de ahí le vienen a Atenas los detractores.
Plaza Omonia
En verano, el sol en Atenas parece saltarse todas las normas del universo y parece iluminarla perpendicularmente casi todo el día: la peor iluminación posible, la que menos favorece. El caos de la Plaza Omonia parece más caos; los abundantes carteles de "se alquila", más grandes; las manchas de los chicles pegados en el pavimento, más negros;  las palomas, más numerosas.
Por eso, en el verano de Atenas hay que huir de ese sol cenital y andar preferentemente pronto. O tarde. Entonces descubres la complejidad de la capital de Grecia y sus atractivos. 


El bonito barrio de Anafiotica a punto de despertarse.
Un trocito de islas griegas encaramándose hacia la Acrópolis
Casas de uno o dos pisos, tabernas,  plantas y flores  en  Anafiotica,
 una ascensión  hacia la Acrópolis, madrugadora y muy agradable.

Y mientras no llegan luces más benignas, sortearlo cobijándote en esos agradables rincones que los atenienses improvisan bajo un árbol, visitando sus Museos y sus iglesias, o curioseando bajo la cubierta del mercado central marcadamente oriental, para después tomar un típico café frappé en una de esas terrazas a la sombra, cuyos ventiladores espolvorean benéfico vapor de agua entre los clientes.
Entonces puedes verle a Atenas los matices. Que son muchos, y desmienten a aquellos que la tildan de poco atractiva. 
Zona de pescaderías en el Mercado Central
Más de 150 carnicerías hay en el Mercado Central de Atenas
Alrededores del Mercado

El aviso de que el sol ya ha bajado lo suficiente y va a darle una tregua a la ciudad es cuando el haz de luz recorre la peatonal calle Ermou como una linterna e ilumina de luz naranja el Parlamento como proponiéndote ver el cambio de guardia.  
Calle Ermou, uniendo Monastiraki y Sintagma.
Al final, el Parlamento.
Los Evzones, o soldados griegos que custodian el Parlamento no pueden moverse.
Ni que les echen una bomba, literalmente.

El cambio de guardia se ha convertido en una atracción turística.
Después de ver la singular coreografía de los soldados que custodian el parlamento, aún queda un tiempo precioso darse una vuelta por Plaka y sentarse en una de sus agradables terrazas a tomar una cerveza Mithos, y para deambular por el laberinto de callejuelas y tiendas de Monastiraki.


O para seguir una partida de backamon al lado de un carrito de frutos secos y acabar cenando en una ajardinada taberna griega con sus mesas en la calle, sus lucecitas, sus velas... y una generosa y deliciosa gastronomía... Y ríete tú del sol!




Es más que posible que la alegría ateniense y su proverbial afición por reunirse en la calle, en los cafés y tabernas, se encuentren ahora mismo secuestradas por las tiranas políticas de recortes dictadas por Europa, y eso se note en las calles y en el ambiente.   Es una realidad que en barrios atenienses como Exarchia las revueltas se suceden.  Es más que probable que el desánimo esté invadiendo la capital.  Pero lo que es cierto, es que para mí Atenas tiene indudables atractivos que la hacen muy digna de pasar en ella unos cuantos días.

4 comentarios:

Manu dijo...

Muy bien descrita la ciudad. Es una ciudad que no excede en belleza pero que a mí me gusta con locura. Ahora, lo del sol del verano no se parece a nada; ríete de Estambul o Cairo.
A ver cuando os dejáis caer por el sur profundo y me enseññáis esas fotos.

Carmen Cortés dijo...

Holaaa mañooo!! Muchas gracias por el cumplido. Ya sé que te gusta Atenas, ya. Y es verdad lo del sol. Es increíble cómo aprieta allí el Lorenzo... y mira que hemos estado en sitios de calor, ¿eh?
Te llamo para vernos, guapo!
Un besazo.

Anónimo dijo...

Has sabido sintetizar muy bien los contrastes y lo que provoca Atenas, me ha gustado mucho como siempre. Ya te enviaré unas fotos de la playa de las Catedrales que te gustarán.Besiñus
Pilar

Carmen Cortés dijo...

Esa playa es una asignatura pendiente que tengo! Que disfrutes mucho, besets.