jueves, 20 de abril de 2017

CAMBOYA (3): SIEM REAP


La mayoría de visitantes de Siem Reap recalan en la ciudad por su proximidad a los Templos de Angkor. Visitan los templos milenarios, se alojan los días justos para hacerlo, y no pasan de Pub Street, calle inventada para ofrecerles todo un surtido de bares y restaurantes de tipo occidental.

Old Market en Siem Reap

Siem Reap está sin duda  llena de turistas y mochileros, tiene una gran oferta de establecimientos al gusto occidental, y  se utiliza como base para la visita a Angkor.  Todo eso es verdad.  Pero no es menos cierto que si no te limitas a beber cerveza en Pub Street  y a comprar souvenirs en el Night Market, si le dedicas un poco de atención, te devuelve con creces la deferencia.



La ciudad de Siem Reap es muy llana y está llena de bicicletas -que se pueden alquilar con facilidad-, motos y tuk-tuks, algunos de ellos pintados y decorados con gracia. Está atravesada por el río del mismo nombre, que depara agradables paseos.  En los alrededores de Siem Reap y siguiendo el curso del río se pueden hacer hermosos paseos en los que ver los campos de arroz y de loto, y tomar contacto con la vida rural camboyana, siendo una de las actividades  recomendables que se pueden hacer en Siem Reap.






 
Siem Reap es una ciudad que ha crecido a lo ancho. Sus edificios son bajos,no pueden en ningún caso superar la altura de Angkor Wat. No da sensación de agobio, cosa que con el calor que hace se agradece. Si te cansas de andar, siempre puedes regatear con un tuk-tuk para que te acerque a tu destino  en un periquete.



Viniendo de Vietnam, el tráfico  por las arterias principales te parece "casi occidental", aunque  es denso y caótico en según que momentos. (Pero vaya... ¡ahora ya somos expertos en atravesar una calle con tráfico!)
Sin embargo por muchas de las calles  parece que estás paseando por un pueblo apacible.


Ya he comentado que Siem Reap está muy orientada al turismo, y en ella se aprecia esa separación, esa barrera visible e invisible que separa a los visitantes de los camboyanos.  La barrera es económica, evidentemente.  Los camboyanos no pueden permitirse una cerveza en los bares de turistas, aunque sí se la tomen en los suyos mucho más barata. No pueden comprar nada en uno de los supermercados para los extranjeros, en los que algunos productos como el champú o el vino son más caros incluso que en los de aquí.
La famosa calle Pub Street está llena de turistas y de camboyanos: la diferencia es que unos consumen y otros trabajan en los establecimientos, puestos callejeros y tuk-tuks.






La zona de Pub Street -cuyo nombre ya te da mucha información-, es una locura de gente y de decibelios, pero si vas por los callejones adyacentes al Templo de What Preah Prom Rath  o por Sok San se pueden encontrar bares y chiringuitos más tranquilos, muy hippies, llenos de grafitis, en los que se puede hablar sin necesidad de gritar.  Por cierto, hay wi-fi prácticamente en todas partes, incluso en algunos puestos callejeros, y en todas los sitios se puede pagar en dólares o en riales. El Rial camboyano es una de las monedas más devaluadas del mundo.  Al cambio, estos 1500 riales son más o menos medio dólar, el precio de una cerveza local en un bar.


Pero si buscas algo más que la ecuación Angkor+Piscina+Pub Street, puedes hacer más cosas en Siem Reap.  Una de ellas, ya la he comentado, es visitar los alrededores.  Otra, la comenté en la entrada anterior, y es dedicar una visita al Lago Tonlé Sap.
Una más es visitar de buena mañana (y de noche también) la parte interior del Viejo Mercado dedicada a la alimentación, auténtica y a tope de camboyanos en su quehacer cotidiano.  
En una ciudad que se parece poco al resto del país, es en el corazón de este mercado donde parece residir la esencia camboyana de la ciudad. 


Mujeres por todas partes con su maravilloso cabello liso recogido en coleta o en moño y sus ropas coloreadas, que ríen, regatean y despachan su mercancía. Muchas de ellas están  sentadas en el suelo o encima de sus puestos de venta, donde los pescados de todo tipo todavía boquean su mala suerte, donde se mezclan las carnes crudas y cocidas,  los pollos dirigen todos a la vez sus patas hacia arriba, y las verduras y frutas expanden su olor, que todavía es auténtico y potente por estas latitudes. Abstenerse claustrofóbicos u olfatos sensibles, porque los olores mezclados de todas las mercancías a veces pueden resultar excesivos para nuestras asépticas pituitarias occidentales.





En la parte exterior hay innumerables puestos de recuerdos ya dirigidos al turismo, en los que venden prácticamente el mismo tipo de souvenir, y en los que hay que regatear SÍ o SÍ.  Y no sólo por conseguir un buen precio, sino porque es parte de la tradición camboyana.


Un paseo por el Barrio Francés también es una de las posibilidades que te ofrece la ciudad. Siem Reap fue fundado por arqueólogos franceses que instalaron aquí sus bases tras descubrir los Templos de Angkor medio sepultados entre la jungla. No hay que olvidar que pisamos un suelo que fue uno de los más importantes del mundo antiguo, comparable a pisar el suelo de El Cairo o Atenas.
Cuando Camboya era Protectorado francés se dieron cita aquí los más célebres arqueólogos del mundo y en Siem Reap se comenzaron a edificar viviendas al gusto colonial, que hoy en día conforman el llamado Barrio Francés de la ciudad.







Por esta zona se pueden encontrar muchos restaurantes occidentales y camboyanos donde degustar su rica gastronomía



También podemos acercarnos al Centro Artisans d'Angkor, un proyecto nacido el 1992 para la formación en las artes tradicionales camboyanas de jóvenes de las zonas rurales.En el Centro puedes observar el trabajo de artesanos de diferentes especialidades: seda, joyas, madera, policromía, lacado...  Es muy interesante y la tienda anexa vende preciosa artesanía elaborada en el centro, a precio fijo y con una calidad contrastada. Parte de los beneficios se destinan a mejorar las condiciones de vida de personas desfavorecidas.






Y sobre todo, no hay que dejar de visitar las preciosas pagodas y monasterios de Siem Reap, donde reside la verdadera esencia budista de Camboya, ajena al negocio turístico de fuera.  
Uno de estos templos, en los que respirar misticismo y espiritualidad, observar las plegarias de los monjes y pasear por sus jardines entre hermosas torres, esculturas y pinturas, es Wat Preah Prom Rath, medio escondido cerca del río, en la avenida Pokambor. 



La vegetación compite en exuberancia con la decoración del recinto, que es grande y alberga varias edificaciones, algunas de ellas de culto y otras monasterio en las que viven y estudian los monjes, que son muy amables y te saludan con cortesía.  La entrada es libre, -únicamente has de ir con una indumentaria que tape los hombros y las rodillas-, y te sientes realmente bienvenid@.  
Es un espacio de espiritualidad en el que destaca entre diversas figuras la de un Buda reclinado, de la que se cuenta que fue tallada con la proa del barco con la que alcanzó tierra firme un célebre monje, tras partirse en dos el navío en el que viajaba por el ataque de unos tiburones.
Representación del célebre monje de la leyenda y su barco
La imagen del Buda reclinado


Me hubiera gustado estar más tiempo en Camboya y conocer mejor el país. 
Es de todos sabido los problemas de desigualdades y pobreza que tiene.Y son de admirar las personas y organizaciones que denuncian corrupciones y trabajan en suelo camboyano para combatirlas y para mejorar las condiciones de vida de la población más desfavorecida especialmente los niños y niñas. O que luchan contra los graves problemas de explotación infantil y de mafias sin escrúpulos que trafican con personas. 
Yo como turista, -que eso es lo que soy, sin paños calientes-,  he intentado respetar como he podido a sus gentes y sus costumbres, y no dejar una huella negativa a mi paso en la medida de lo posible. No sé si lo he conseguido.
Las facciones re los rostros de la gente de Camboya se parecen a las amables facciones de sus dioses, y sus sonrisas, a la de las deidades del Templo de  Bayon. 
Es un crimen que la falta de justicia, la avaricia y la corrupción se las borren.

¡Hasta siempre, Camboya!

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