El tamaño ideal de un cochinillo ronda los 4 kilos y medio, y para que guarde ese sabor único sólo ha debido alimentarse de leche materna. Es el plato por excelencia de Segovia, y de allí los trae nuestro colega Emilio cada año para celebrar su aniversario. Gran tradición que nos reúne en enero a un montón de colegas en la granja de Bàscara. (¡¡Y de esto hace ya 23 años, ¿o más?, amigo, cómo pasa el tiempo!!) Cocinados en su propio jugo en el horno de la masoveria, después se trocean con un plato, que la chiquillería rompe con gran alboroto una vez hechas las partes de cada cochinillo. El Xavi rompió unos cuantos hasta que se hizo mayor y ahora ha dado paso a las siguientes generaciones de criaturas que por un día ven que todo el mundo aplaude cuando rompen un plato.
La presencia de las viandas aquí la tenéis... y del sabor, qué os voy a contar: una delicia segoviana. Buen provecho!!!
Córner musical para el post: "Savoy Truffle" de George Harrison, en el que come, y come, y come...
Re-visiones: "Delicatessen" de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro
Y después de esta maravilla gastronómica y ya que la cosa hoy va de yantares, como en este mundo hay de todo, os voy a dar una de cal y otra de arena: voy a añadir este "impagable documento", colaboración de mi hermana Pepa, para acabar este caleidoscopio gastronómico con una paella valenciana. No penséis que os habéis fumado algo o que se os va la olla. Es así de fuerte. Hala! Buen provecho... o lo que sea!!