la ciudad de Hoi An es preciosa, aunque sus hermosos rincones adornados de farolillos se llenen de gente, aunque sus más bonitas calles estén muchas veces repletas de turistas.
Es bella, sin más.
Hoi An, la ciudad de las linternas, es una joya que se salvó de la destrucción estadounidense, y su centro histórico libre de coches y lleno de casitas chinas, japonesas y coloniales, permanece intacto, llevándote a un pasado de preciosos edificios con patio que aún conservan el techo de teja, bellas pagodas y templos majestuosos. Clicad el enlace para saber más sobre la historia de Hoi An.
POR LA NOCHE, FAROLILLOS Y DESEOS
Hoi An es una ciudad de cuento oriental, iluminada de noche únicamente por las luces de los farolillos de seda y por la que sale de los establecimientos y puestos de comida.
Caminar al lado del río, lleno de reflejos de colores es mágico. Sus habitantes montan por la noche puestos de pinchitos y pequeños restaurantes justo al lado del río, que hacen la competencia a los muy bien montados establecimientos de refinada estética oriental dirigidos a los occidentales.
Hoi An es muy visitada, no sólo por turistas occidentales, sino por el turismo local y chino. Sus habitantes sacan rédito de los visitantes, y uno de los clásicos en la noche de Hoi An es comprar un farolillo de papel con una vela dentro y depositarlo en el río pidiendo un deseo. El río se llena de luces y las vendedoras ganan unos cuantos dongs. Lo que no sé es dónde van a parar la cantidad de farolillos que se dejan en el río cada noche. Sería de desear que los recogieran antes de llegar al mar.
DE DÍA TODAVÍA MÁS BONITA
Aunque por la noche la oferta en Hoi An es muy variada y puedes retirarte a dormir tarde, me encantó levantarme un día a las seis de la mañana y observar cómo iba despertándose la ciudad.
Anduvimos por el centro histórico hasta el mercado, y fue una sensación muy agradable tener todos esos preciosos rincones somnolientos para nosotros solos, pasear por esas calles solitarias cruzándote sólo con una bici, un hombre haciendo tai chi en la puerta de su casa, una vendedora preparándose para la jornada, una joven andando elegantemente vestida con su Ao Dai..
Todos los establecimientos estaban cerrados, y las fachadas dormitaban amarillas y azules sin que nada aparentemente hiciera sospechar que al cabo de un rato todo se transformaría llenándose de mercancías, vendedoras y visitantes.
Cerca del mercado el trajín ya era notorio. Las pescaderas, al lado del río, ofrecían toda suerte de pescados y mariscos, el interior del mercado ya tenía el característico ajetreo , y en sus alrededores ya se habían montado los puestos de verduras, frutas y hortalizas.
El sol iba saliendo con fuerza dejando paso a un un cielo muy azul y un día espléndido, que le sacaba todos los colores a la ciudad mientras todo el mundo iba despertándose.
Bueno, a algunos les costaba más... ;-)
El caso es que Hoi An había comenzado a poner todos sus mecanismos en marcha: las bonitas tiendas comenzaban a abrir puertas, las sastrerías sacaban afuera sus maniquís, los cafés y restaurantes montaban en las entradas sus muebles al lado de grandes macetas con flores, las vendedoras empezaban a ofrecer los buñuelos y pasteles que habían elaborado, y los ciclos y las bicis comienzaban a recorrerla...
¡Una mañana fantástica!
MUCHO QUE VER
En Hoi An hay muchas visitas obligadas. Para acceder a ellas se ha de sacar un bono que te permite visitar Museos, Templos y casas de interés.
El sitio perfecto para empezar el recorrido del casco antiguo de Hoi An, para visitar sus Templos, sus casas tradicionales y sus diferentes Museos, es el Puente Japonés.
Cuentan que hace muchos años había un terrible y enorme monstruo, tan grande, que su cabeza estaba en India, su corazón en Vietnam y la cola en Japón. Sus gigantescos movimientos eran los responsables de catastróficos terremotos. Los japoneses que vivían en Hoi An cosntruyeron un puente, de tal manera que sus pilares perforaron la espalda del monstruo , que no pudo mover la cola causante de las catástrofes. Este es el origen de la leyenda de El Puente Japonés, una preciosa joya arquitectónica que alberga un pequeño templo en su interior,
El bonito puente japonés techado de Hoi An |
Sala de Asambleas Cantonesas Phuc Kien |
Muchas de las preciosas casas de Hoi An albergan actualmente tiendas, museos de artesanía o galerías de arte |
Los Templos, pagodas y salas de asambleas están ricamente adornados tanto en el exterior como en su interior |
Particularmente, me fascina el colorido y la abigarrada ornamentación de los templos y pagodas. |
Caminar por el centro histórico de Hoi An es una maravilla. No en vano está declarada Patrimonio de la Humanidad y tiene más de 880 edificios protegidos.
Pero ... ¡¡hay más!!
EL RÍO THU BON
El Río Thu Bon pasa por mitad de la ciudad, dejando en una de las orillas el casco antiguo, y en la otra una zona -en la que excepto la parte de la ribera- alberga la vida de la mayoría de los habitantes de Hoi An, dedicados a tres sectores principalmente: turismo, agricultura y pesca..
El pasado y el presente de esta encantadora ciudad ha estado y está ligado al río. La pesca, el transporte de mercancías y su antiguo pasado de importantísimo puerto del sudeste asiático dan fe de esta vinculación.
En el puerto se alinean las barcazas que pasean a los turistas, con las pequeñas canoas y las barcas de faenar. Todas tienen pintadas en la proa un par de ojos. También en este caso hay una leyenda que lo explica, como en muchas de las tradiciones y costumbres presentes en la vida de los vietnamitas. Dice así:
Hace muchísimos años, la tribu de los Viet se veía aislada del mundo y aterrorizados sus peescadores y navegantes por terroríficos animales marinos, entre ellos un pez enorme con una boca capaz de tragarse una embarcación de 10 hombres. Lac Long Quan, el primer rey de Vietnam engañó al pez y consiguiió cortarle la cabeza. Acto seguido, mandó dibujar dos ojos en todas las embarcaciones que así parecían enormes peces y tatuarse feroces bestias a los marineros para amedrentar a los animales marinos cuando bucearan.
EL MAR
A unos 5 kilómetros del centro de Hoi An podemos disfrutar del mar. (Os digo que esta pequeña ciudad tiene de todo, todito). Los hoteles ceden bicis para ir a la playa o ponen a disposición de los clientes pequeños buses para acercarlos. También se puede tomar un taxi por pocos dongs. Hay varias playas, pero nosotros nos acercamos a An Bang Beach, donde teníamos localizado un bar en el que hacían actuaciones musicales, el Soul Kitchen.
An Bang Beach resultó ser una larga y bonita playa de arena fina, bordeada de árboles, en la que había instalados chiringuitos y pequeños restaurantes.
El agua estaba limpia y había gente tomando el sol, y vendedores paseando con su mercancía.
Ver anochecer fue estupendo, y la actuación el el bareto muy agradable.
QUE VIVAN LOS NOVIOS!!
La ciudad de las linternas me enamoró. Le perdoné el exceso de turistas a determinadas horas y esa separación bien visible entre el casco antiguo destinado mayoritariamente al goce del visitante, y la zona donde habita la mayoría de población autóctona, por otra parte también agradable y auténtica. Le agradecí ese aire somnoliento de leyenda oriental y esos sencillos rincones con unas macetas y un tarro con barritas de incienso.
Hoi An es turística, sí.
Pero es una verdadera maravilla.
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