domingo, 21 de abril de 2019

SPLIT

Riva, el Paseo Marítimo de Split

Isla de Korçula
Estuve en Croacia hace 10 años.  Visité en aquella ocasión Dubrovnik y su escarpado litoral, y pasamos también unos días en la bella isla de Korçula. Me impresionó entonces su maravillosa costa, azul de Adriático y verde de islas; el brillante blanco de sus construcciones, contrastando con sus tejados de teja anaranjada y sus contraventanas verdes; la limpieza y cuidado de sus calles, monumentos, puertos y paisajes; el recuerdo veneciano y el olor mediterráneo. Me impresionó también pensar que todas las personas que veía mayores de 18 años habían pasado una guerra feroz y estaban volcadas en reconstruir sus vidas y un país.


El Palacio de Diocleciano, abierto a la vida las 24 horas del día
Volvía de nuevo a la Costa Dálmata, esta vez a Split, la singular ciudad en la que más de 3.000 personas habitan dentro de un Palacio romano, la ciudad que late dentro del sueño de un emperador de nombre Diocleciano, que quiso construir un hermoso Palacio para retirarse, y que éste ahora constituye un elemento vivo, un Patrimonio Universal habitado, un bello escenario para paseos, espectáculos y descubrimientos. 
Esta parte del mundo me ha vuelto a seducir y Split me ha encantado.  
Porque sin pretensiones, sin estridencias, le dice al mundo que ella es especial porque habita su tesoro, porque lo cuida, lo comparte, y lo deja abierto porque se fía. 
Split le dice a quien la visita que es única y generosa, porque abre su excepcional patrimonio a la vida diaria, porque presta su laberinto de callecitas y monumentos para el disfrute.  Porque une el pasado, el presente y el futuro en su plaza pública de corazón romano, y permite tocar sus esfinges auténticas mientras un músico llena de notas el aire del Peristilo.  Le dice a quien la descubre que no tiene precio, ni horario de visita, que sus suelos brillan pulidos por los pasos de la historia, que es bella, y humilde, y magnífica. Aquí, un enlace con los tesoros de Split.

El Peristilo, lugar de encuentro y de descanso, en pleno Palacio de Diocleciano

Las horas del día hacen variar el aspecto del Peristilo, la plaza del Palacio.  No sólo por el caminar del sol que va iluminando y sombreando sus rincones, sino porque la plaza lleva el biorritmo de la gente.  Amanece con revuelos de campanas y pasos de gatos madrugadores. Algún paseante solitario se cruza con los habitantes que van a sus quehaceres, y se tiene la agradable sensación de disfrutar de un momento privilegiado. A lo largo del día se llena de visitantes, de parejas de legionarios romanos que simulan luchas por unas monedas y de turistas que se relajan en las escaleras del Café Luxor.  


Esta plaza ha asistido a óperas, representaciones teatrales e intervenciones artísticas de variada índole, como aquella en enero de 1968 en la que un grupo de estudiantes de Bellas Artes expresaron su insatisfacción con el momento político y artístico de la época derramando pintura roja en el pavimento del Peristilo, o cuando en 1989, en una convención ecológica, el artista Ante Kuštre intervino en el espacio de Peristilo apilando tableros de aglomerado verde.
Todo el trasiego del Peristilo ocurre al lado de la Catedral, construida, cosas de la vida, en el mausoleo del emperador Diocleciano, enconado perseguidor de cristianos.La esbelta torre del campanario es una auténtica joya dálmata desde donde contemplar una bella panorámica de la ciudad.
Catedral de San Duje
El enorme Palacio de Diocleciano se convirtió posteriormente en núcleo de población, sus corredores en calles, y sus dependencias en morada de nuevos habitantes, llegando a albergar a más de 9.000 personas.
En la actualidad, resulta muy agradable acceder por una de sus cuatro puertas-la de Oro, Plata, Bronce y Hierro-, pasear entre las callejuelas antes corredores y descubrir sus bonitos establecimientos y los bellos rincones escondidos, una mezcla curiosa e interesante.







El Palacio de Diocleciano mide 200x160 metros.
Tiene forma rectangular y sus límites son fácilmente identificables
porque aún sigue en pie la mayor parte de sus murallas y puertas.
Al salir de los límites del Palacio no se acaban las maravillas de Split, porque a corta distancia se pueden disfrutar sus deliciosas plazas, los edificios góticos y los palacios, en un laberinto peatonal que resulta encantador si se evitan las horas "cruceristas" que masifican el recorrido.
La Plaza de la República,
 construida sobre el modelo de la plaza de San Marcos veneciana.
Una parada obligada frente al mar, rodeados de edificios neo-renacentistas y
unos establecimientos preciosos donde tomar
un café o una Karlovacko bien fresca.
La Plaza de la Fruta, donde antes se hacía el mercado

No hay que perderse Veli Varos,
el antiguo barrio de pescadores de Split,
con sus calles adoquinadas, sus iglesias
y sus casas de piedra típicas de Dalmacia,
 muchas de ellas del siglo XVII
La vida de Split continua al margen de los turistas que se pasean entre los muros de su historia.  La lonja de pescado ofrece diariamente sus delicias marinas cerca de las Termas romanas, cuyos vapores sulfatados dicen que alejan a las moscas. El mercado de frutas y verduras dispone sus productos en largas mesas de piedra, mientras los puestos de alrededor rebosan actividad vendiendo aceite, licores, caracoles, conejos, embutidos o flores.








Fuera del Palacio también, al lado de la Puerta de Oro, -la más importante ya que allá se hallaba el camino a Solín, de donde era originario Diocleciano-, hay que hacer una parada obligatoria para tocar el pie izquierdo de la enorme estatua del Obispo Gregorio de Nin, pulido y abrillantado por la extendida creencia de que hacerlo da buena suerte.  La estatua del obispo que se enfrentó al Papa para conseguir cambiar el latín por el croata en la liturgia, fue construida por Ivan Mestrovic, que la dotó de sus propias facciones (hecho que repitió con las facciones de la estatua del padre de la literatura croata Marko Maruliç en la Plaza de la fruta, que también realizó él) 
   


Pero hay más cosas que hacer en Split.
Podemos tomar al atardecer una goleta y recorrer la costa de Split mientras se pone el sol, en una extraordinaria degustación de la costa dálmata, o navegar en un ferry hasta las preciosas islas de Brac y Hvar y comprobar la riqueza histórica y paisajística insular de Croacia.



También podemos tomar el autobús turístico o un scooter y hacer un recorrido por Split, para conocer sus parques, las galerías que están fuera del casco antiguo, o el estadio multiusos de Poljud, con su impresionante techo extensible en forma de concha imitado después por gran cantidad de estadios del mundo.






Hay otro lugar precioso al que acercarse en Split: La colina Marjan, un pulmón verde desde cuyo mirador se puede otear el horizonte y ver una magnífica vista de Split, de su puerto, su Riva, y sus edificios, enmarcada a derecha e izquierda por los macizos montañosos de Kozjak a la izquierda y Mosor a la derecha.



Podemos también acercarnos a poblaciones cercanas como Trogir, dejarnos seducir por la fortaleza de Klis, bien conocida por los seguidores de Juego de Tronos, o por el anfiteatro y las ruinas romanas de Solin, a pocos km. de Split. Pero eso será en próximas entradas.



Cuando se va el sol, el ajetreo de Split disminuye. El puerto, la Riva y el casco antiguo muestran su cara más solitaria. Todavía no es verano y la noche trae descanso a sus calles. El Peristilo descansa de su trasiego y ofrece su inigualable acústica para otro de sus momentos únicos: disfrutar de los músicos que despiden el día. Mañana volverá a despertarse con el tañir de las campanas, los paseos de sus gatos y solitarios caminantes que disfrutan del sueño de un emperador.
Una bella y singular ciudad, Split. Me ha encantado.



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