martes, 20 de noviembre de 2018

BUENOS AIRES: "SIEMPRE QUE LLOVIÓ, PARÓ" (1)

Nocturna en Puerto Madero
Aterrizamos en Buenos Aires un viernes a las 9 de la noche, hora porteña.  
Era el primer aeropuerto, y he estado en varios, en el que había una actuación musical en directo bien jaleada por la parroquia.  Este hecho ya daba ciertas pistas sobre el talante de la ciudad en la que íbamos a pasar una semana. No importaban las tormentas apocalípticas que se auguraban sobre la capital argentina, ni el agobiante calor, extraño y excesivo todavía para la primavera austral: la gente cantaba como si no hubiera mañana. 
El taxista que nos recogió, tarareaba también la canción de los músicos,  y entre tonada y tonada nos dedicó un caluroso recibimiento. 
Ya en el taxi, el cielo comenzó a romperse sin ningún atisbo de cortesía de bienvenida, y empezó un diluvio que no pararía en toda la noche y en todo el día siguiente, creando el caos en la capital y extendiendo la terrible duda!: ¿podría jugarse el derby de la final de la Copa Libertadores entre Boca y River, los enemigos íntimos de la ciudad?
Y ahí, en los primeros kilómetros en el taxi y hablando de la que caía,  fue cuando comenzamos a comprender la esencia porteña, su manera de enfocar la vida, y sobre todo lo increíblemente conversadores, cronistas, meteorólogos  y filósofos que son los taxistas de Buenos Aires. Porque después de darnos -así, sin anestesia ni nada-, el horrible parte meteorológico que se cernía sobre nuestra estancia en Buenos Aires, en un alarde no sé si de buen humor, de cinismo, de esperanza, o de buena onda finalizó con un alentador:
"Pero, ustedes tranquilas. SIEMPRE QUE LLOVIÓ, PARÓ"

No te mojés, Mafaldita!!!

Pero TARDÓ, CHE, TARDÓ... me decía yo para mis adentros el sábado, cuando siguió el mismo diluvio durante más de 24 horas. Así que, con la furia de los elementos desatada sobre Buenos Aires,  fue toda una epopeya cambiar dinero, comprar una tarjeta SIM argentina, tomar un taxi, y moverse por la ciudad con el telón de agua que no dejaba ver ni los 67,5 m del Obelisco, que ya es decir. 
Y ojo, contentos, que todo el mundo iba dando gracias de que no hubiera "sudestada" que se nos llevara hasta el Delta del Paraná.





Pero allá donde fueres, haz lo que vieres, así que intentamos imitar ese espíritu tan argentino que nos transmitían de no apurarse demasiado por las contingencias y vivir el momento, y nos dedicamos a aceptar el periódico ofrecido en el bar "para pasar el rato mientras amainá", a seguir en la tele el culebrón de la suspensión del partido Boca-River, a descubrir algunos "tesoros cubiertos" de la ciudad, y a conversar con los taxistas que nos llevaron hasta ellos.  



Así que descubrimos el Mercado cubierto de San Telmo, en el que que alimentos y antigüedades se mezclaban protegidos de la tempestad de fuera.  
Siempre son instructivos los días de lluvia, te obligan a variar planes, a adaptarte, y a realizar actividades que el sol relega. Quién nos iba a decir que sabríamos de primera mano lo que eran los chinchulines, (o choncholis, chunchullos...) todas palabras del quechua y que tienen que ver con los intestinos), o el chinchu de cordero, la buseca de mondongo o el chori de copetín.  Y por supuesto, la frase:  "Siempre mejor un chori argento que un hot-dog texano..."





Pero no todo iban a ser antigüedades y menuceles en nuestra ruta bajo la lluvia.  Había que cambiar plata.  Los cantos de sirenas del "cambio, cambio" callejero no cesan bajo la lluvia, pero preferimos ir a admirar la maravilla de las Galerías Pacífico, la soberbia arquitectura del edificio declarado Monumento Histórico Nacional y de los murales de sus bóvedas llenos de alegorías.  Y de paso, cambiar en su agencia de cambio. (Por cierto, si queréis cambiar en sitio oficial en Argentina, no olvidéis el pasaporte y llevad billetes grandes, sean euros o dólares.  Menos de 50, no se cambian)



Seguimos sin arredrarnos ante la lluvia, aunque sí desistieron finalmente de jugar el partido con la cancha llena de agua.  Los "xeneizes" de Boca y los "millonarios" de River - o bosteros y gallinas, estaban que trinaban con la suspensión, y significó un enorme tema de conversación durante el día. Por cierto nunca es "el" Boca o "el" River.  Hay que olvidar el artículo.  Son Boca y River.
-El partido del siglo
-Y bueno, sí. Histórico, maravilloso, insuperable. Habrá que verlos en una defensa de tres, o en un cuatro-cuatro-dos.
-Como un Barça-Madrid de Champions
-Dale. Yo soy del Real y de River.
(Pues vaya.... Ya no le digo nada de Messi, pues ;-)
 Por cierto, un divertido enlace para futboler@s, aquí


Seguimos nuestra ruta a veces a pie y a veces en taxi, aprovechando para hablar con los taxistas de lo divino y lo humano, por supuesto. Porque dentro de cada taxista porteño hay una enciclopedia dispuesta a instruirte: sobre la inflación, sobre el contrabando y el sistema de cobros aduaneros, sobre aquella pizzería en la que inexcusablemente deberías comer, o sencillamente sobre quién le robó la primavera a esta ciudad.
Y buscando refugio de la lluvia encuentras extraordinarios tesoros.  Como el cinematográfico Pasaje Rovenaro, en la Avenida de Mayo, utilizado como escenario de diversas películas.  El conserje también nos explica amablemente: él trabaja desde hace 40 años allá, es el único edificio de BsAs que tiene una entrada particular al Metro (aquí SUBTE), y en cuya barbería se cortaba el pelo el Papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Hela aquí!



O tesoros como la primera Galería de Buenos Aires, el Pasaje Güemes, escenario del relato "El otro cielo" de Julio Cortázar, en cuyo edificio y en el sexto piso vivió Antoine de Saint-Exupéry, dotado de catorce ascensores para llegar a los últimos pisos, y con una maravilla de vidrieras, bronces y estucados que harían palidecer de envidia a más de un palacio.

Y en fin,  entre conversaciones, chaparrones y maravillas transcurrió nuestro primer día en BsAs.  
Cuando entramos en el hotel, cómo no, se interesaron por dónde habíamos estado, por cuánto nos habíamos mojado, nos felicitaron efusivamente por nuestras visitas y descubrimientos y nos desearon buenas noches como si formáramos parte de la familia.
Así que tras el diluvio pudimos comprobar, como nos dijo un sabio taxista que "acá el fin del mundo parece a la vuelta de la esquina, pero rara vez suele llegar".  
Chau, chau, hasta el siguiente post!!


2 comentarios:

Graciela dijo...

Carmen,me encantó!!.
Graciela :)

Carmen dijo...

😄😄😄 Muchas gracias!! Todo un honor viniendo de ti, Graciela! 😘😘😘