sábado, 21 de julio de 2018

LOW COST


Tengo una amiga muy divertida que siempre dice:" Desde que quitaron los maleteros de aeropuertos y estaciones, no es lo mismo".  
Pues miren ustedes, al final, yo que de alcurnia y alto copete no tengo nada y tiro más bien para el lumpen y el cutrerío, tendré que darle la razón.  Porque esto de viajar en Low Cost señoras y señores, tiene visos de convertirse de aquí a nada en actividad de alto riesgo. 
Alto riesgo pecuniario, porque lo barato sale caro, ya tenía razón mi abuela, Dios seguro que la tiene en su gloria. Y alto riesgo de salud, porque los disgustos, las apreturas, las restricciones y los imprevistos, al final minan la salud del más pintado. 
Eso por no mentar el alto riesgo de que te quede la autoestima bajo mínimos, o el riesgo altísimo de que al final se te agote la paciencia si como viene ya siendo norma tienes que soportar retrasos, cancelaciones, y trato de ganado, y acabes a trompazos con el atildado personal de pañuelito de cualquier mostrador de aeropuerto. 
Pues nada, como si se tratara de una de esas Webs que aseguran gestionarte y conseguirte una compensación por tus desdichas aeronáuticas previa explicación de tus desgracias, voy a explicar aquí -por encima, no asustarse-, las vicisitudes de uno de aquellos inocentes "multitrayectos" que tú compras con la irresponsable e ingenua alegría del que se va de vacaciones.
Qué cosa más sencilla, se dirá el personal, que ir a ver a tu hijo a Londres y de allí aprovechar la gran oferta existente para ir a las Islas Griegas y volver a Barcelona. 
Muy bien.  Sacas el multitrayecto: Barcelona-Londres-Kefalonia-Barcelona. Guai!
Ya lo tienes.  Y sale bien de precio. Guai!




Una vez hecha la gestión por internet, te olvidas del billete, porque tú eres de los que lo sacan con tiempo para beneficiarse de los precios más bajos. Guai!
Cuando se acercan las fechas del viaje y por una bienaventurada premonición, te da  por comprobar los datos del billete, no fuera que... EHHHHHH????????
Flipas y te da el ataque.  El primer pasajero eres tú, y el segundo... El segundo no es tu pareja, es... TU CUÑADO!!!!
¿Pero qué es esto? ¿Qué pasa? ¿Qué dislate es este? ¿A que no podemos irnos?
No amontonarse purria del Low Cost: a la derecha, y en una bonita pestaña, se lee que se puede rectificar, y que la rectificación del nombre del pasajero cuesta...más que el billete. 
Ya te empiezas a cagar (con perdón)en los culebrones de Abisinia, porque tú en ningún momento, y por muy bien que te caiga tu cuñado, has puesto su nombre al sacar el billete. ¿Cómo es posible? ¿Misterio? ¿Timo? Dejémoslo para Iker Jiménez y su Cuarto Milenio, quizás pueda arrojar luz sobre el asunto. Pero la cuestión es clara como el día: O PAGAS, O TU PAREJA NO VUELA. Pagamos, claro está. ¡Eso faltaría! Para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad....
En fin, aprietas los dientes, tecleas (ya de memoria) los 16 números de tu tarjeta de crédito, sueltas la pasta y sacas las tarjetas de embarque. 

Llega el día del vuelo.  
Has facturado una maleta, y la otra crees que la llevarás en cabina.... ¡Pero no! 
Si no pagas, no la llevarás en cabina. Según las nuevas normas de la aerolínea, te la bajarán gentilmente a la bodega  -"sin coste alguno" tienen la barra de decirte-, y te arriesgarás a no verla nunca más porque la dejarás a la intemperie a pie de pista. 
¿Pues no es maleta de cabina? ¿Pues no te la compraste con las dimensiones exigidas? ¿Pues no has calculado qué pones en una y en otra, con tus liquiditos de menos de 100 ml, tus bolsitas de plástico y la ausencia de objetos cortantes, punzantes y aventurados, excluyendo por si acaso  las peligrosísimas tijeritas de punta roma de cuando tu hijo era bebé? ¿Pues no te has puesto allí tus cuatro pastillas crónicas, tus cuatro braguitas y tus dos vestiditos por si te pierden la grande poder subsistir? 
Pues nada, a la bodega.  Y si te haces el listo y la subes disimuladamente, te pillan. Porque otra cosa no será, pero cursillos para pillarte en estas cosas, la tripulación tiene un montón.
En fin. Vuelas.  A la hora. O no. Que últimamente se está poniendo de moda dejarte encerrado un buen rato en la aeronave como si tuvieras que hacer amistad con el pasaje antes de despegar.
Bueno, al final llegas a Londres. Y por suerte en la cinta salen las dos maletas y no tienes que ir en peregrinación por Londres para comprarte tus cosicas de primeros auxilios.


Pasas los días en Londres divinamente y llega el día de volar a Grecia.
Todo parece funcionar correctamente y el timing parece augurar un embarque y un vuelo placenteros.
Pero mira tú por dónde, que  tenemos que dejar la consumición a medias en el bar del aeropuerto porque nos desalojan por aviso de incendio.  Esto no tiene que ver con el Low Cost, pero salpimenta la cosa y el ay en el cuerpo da galones y te sube la presión.
Finalmente vuelas a Grecia con poco retraso, oh, maravilla! ¿Será cosa del Olimpo que nos protege?




Una vez pasados los maravillosos días en Kefalonia e Itaca, toca volver.Lo mejor está por llegar.
En el caos del aeropuerto y tras hacer una cola de narices para llegar a facturar... oh maravilla! Por no se sabe qué supuestas normas de la compañía aeronáutica , -eufemismo equivalente a hatajo de maltratadores-, cada kg que sobrepasas de 15 tienes que pagarlo, o no facturas y no vuelas. ¿Pero esto qué es? ¿Pues no son 20 kg. en todas partes? Otro misterio para Iker.
Pagamos, claro. Y pasamos a la sala de las puertas de embarque, donde una multitud se distribuye como puede,  y donde cada vez que llega un avión hay una salva de aplausos del maltrecho pasaje que lleva horas esperándolo.
Ante este panorama nos tememos lo peor. Y no es lo peor.  Es lo siguiente.
Para no extenderme: nuestro vuelo que hace escala en Milán sale con 4 horas de retraso, de manera que perdemos la conexión Milán- Barcelona. Al llegar a Milán, el avión hacia Barcelona todavía no ha salido, por lo que corremos por las terminales a recoger la maleta y a intentar facturarla para poder volar. Pero NO. El embarque ha finalizado tajantemente y aunque fuéramos parientes del mismísimo Berlusconi no lo iban a abrir. Así que nos quedamos en tierra, a conocer palmo a palmo el aeropuerto de Milán. 
La señorita del mostrador seguro que también tiene hecho un cursillo de inmunidad a las quejas, lloros, amenazas e improperios de los damnificados pasajeros lowcost, por lo que delante del abandono total, optamos por sacar dos billetes a Barcelona para el día siguiente y alojarnos en un hotel cercano a Malpensa, donde dicho sea de paso había en el jardín más mosquitos que en la jungla.
Ni que decir tiene, querid@s, que ya hemos cursado la reclamación pertinente y hemos pasado todos los datos a una de esas Webs que comentaba al principio. 
Y con lo que saquemos, cuando se nos pase el mal rollo pillaremos otro vuelo. 
Porque el personal Low cost, es carne de cañón y no cambia nunca.  
Y si cambia...¡"pá pior" que decían en mi pueblo!






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