jueves, 14 de noviembre de 2019

UM POUCO DE LISBOA


La Lisboa atlántica despereza entre la bruma su acurrucado cuerpo de colinas, se despierta con un viento repentino y una lluvia insistente que adhiere las hojas del otoño lisboeta a los cristales y a las teselas del pavimento, y la viste todavía más de fado, de nostalgia portuaria, de palacios decadentes, de humedales en fachadas, de acentos africanos sonando entre los colores desvaídos todavía por la neblina.



La bella Lisboa se viste de sol y de nubes, de lluvia y de viento, y pone en marcha sus románticos tranvías y elevadores, para aligerarnos los pasos en cuesta y llevarnos hasta lo alto de sus colinas. Y desde allí presumir de toda esa belleza de tejados rojos que se extiende hasta aquel Tajo que parece un mar.  



Los diferentes barrios de Lisboa se visten con el encanto que caracteriza a cada uno de ellos: de azulejos La Baixa; de elegancia y olor a café, Chiado; de nostalgia de fados el Barrio Alto; de cuestas llenas de ropa tendida, Alfama, de grafitis Mouraira, de diversidad, Intendente. Todos se amontonan, arremolinando sus fachadas pintadas o cubiertas de bonitos azulejos lisboetas, y estrechan, empinan, o ensanchan sus calles en plazoletas llenas de los colores del otoño.


De vez en cuando asoma uno de los preciosos letreros y reclamos de la Lisboa antigua. Aunque están desapareciendo, todavía se pueden encontrar joyas de ese maravilloso patrimonio, como la del Restaurante Solmar, un clásico de los años 50, hoy cerrado.  




Los paraguas se abren y se cierran, y el sol y la lluvia pintan con una paleta inestable nuestro paseo. Pero no importa la lluvia cuando la ciudad ofrece refugios como La Casa do Alentejo o el Café A Brasileira, o las preciosas y tentadoras confeitarias, llenas de pecados dulces, o los restaurantes de generosas raciones y exquisitos vinos.













Hace 40 años, cuando visité Lisboa por primera vez, el país estrenaba democracia, y los claveles de su pacífica revolución habían acabado con una dictadura de 48 años e inyectaban aires de libertad. Las bolas de espejos discotequeras comenzaban a llenarlo todo de arcos iris, el icónico Puente 25 de abril comunicaba las dos orillas del Tajo emulando al de San Francisco, y el progreso y el futuro se abría paso entre la ternura de aquella Lisboa un poco gris que aparcaba los coches en la bonita Plaza del Comercio y evitaba la canalla zona del puerto. 




La segunda visita fue hace 13 años, un viaje infantil y divertido.  Un viaje de Oceanario, de entretenimiento de elevadores y tranvías, de fotos en funiculares; de sardinas a la brasa en Largo de Graça y pasteles en Belém, de fotos infantiles con atildados soldados de guardia,... y de alguna que otra ginjinha para los adultos, no lo voy a negar. Lisboa lucía igual de bella que en mis recuerdos, pero renovada, atractiva para chicos y grandes, alegre y brillante, presumiendo del rico patrimonio ganado al gris que yo recordaba. 

Oceanario de Lisboa, 2006

Lisboa, 2006

Elevador de Santa Justa, 2006



Y con todo ese bagaje de recuerdos lisboetas he vuelto a la ciudad. La inestabilidad atmosférica me ha evocado mis dos viajes anteriores, invocando la lluvia y la niebla la melancolía de aquella ciudad que conocí en los 70, y resaltando el sol la alegría de la segunda visita, evidenciando los cambios, los colores, los cuidados y el esmero del que ha sido objeto durante los años que han pasado. 

















Me gusta Lisboa.  Siempre me ha gustado. Con sus contrastes de brillante pintura y fachada desconchada, con su dulce acento lleno de eses y de us, sus barrios auténticos y sus zonas chic, los fados que lloran por las colinas, los cielos cambiantes y ese Tajo que parece un mar.
Dos citas para acabar que quizá expliquen mi gusto y amor por lo portugués, por Lisboa, por Portugal: 
“Somos tiernos y poco intensos, al contrario que los españoles -nuestros absolutos contrarios- que son apasionados y fríos”, apuntaba el poeta Fernando Pessoa.
"La nostalgia es tan natural para nosotros como respirar" escribieron Pedro Marta Santos y Luís Alegre.
No sé si para mí es tan natural, pero sí tan necesaria como respirar.  Y Portugal, y Lisboa,  es un disparo de nostalgia directo al corazón.

Muito obrigada, Lisboa!

5 comentarios:

Unknown dijo...

Que preciosidad de fotos y maravillosos textos que me han hecho volver a la querida Lisboa. Un abrazo

Carmen dijo...

Muchas gracias Unknown, jeje... Ya sé que tamnién eres una enamorada de Lisboa! Besitos

Unknown dijo...

Ui no se porque aparece de nombre Unknown(de momento no han usurpado mi personalidad...jeje... veré la peli) no se q hice....
Síiii, me encanta Lisboa y todo Portugal....
Un abrazo

Unknown dijo...

Ah, ya caigo, me ha asignado Unknown por desconocida.... jejejeje

Carmen dijo...

Eso es!!! MUACK!!