El tamaño ideal de un cochinillo ronda los 4 kilos y medio, y para que guarde ese sabor único sólo ha debido alimentarse de leche materna. Es el plato por excelencia de Segovia, y de allí los trae nuestro colega Emilio cada año para celebrar su aniversario. Gran tradición que nos reúne en enero a un montón de colegas en la granja de Bàscara. (¡¡Y de esto hace ya 23 años, ¿o más?, amigo, cómo pasa el tiempo!!) Cocinados en su propio jugo en el horno de la masoveria, después se trocean con un plato, que la chiquillería rompe con gran alboroto una vez hechas las partes de cada cochinillo. El Xavi rompió unos cuantos hasta que se hizo mayor y ahora ha dado paso a las siguientes generaciones de criaturas que por un día ven que todo el mundo aplaude cuando rompen un plato.
La presencia de las viandas aquí la tenéis... y del sabor, qué os voy a contar: una delicia segoviana. Buen provecho!!!
Córner musical para el post: "Savoy Truffle" de George Harrison, en el que come, y come, y come...
Re-visiones: "Delicatessen" de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro
Y después de esta maravilla gastronómica y ya que la cosa hoy va de yantares, como en este mundo hay de todo, os voy a dar una de cal y otra de arena: voy a añadir este "impagable documento", colaboración de mi hermana Pepa, para acabar este caleidoscopio gastronómico con una paella valenciana. No penséis que os habéis fumado algo o que se os va la olla. Es así de fuerte. Hala! Buen provecho... o lo que sea!!
Se desconocía su identidad, adoptaban reivindicativamente los nombres de artistas como Frida Kahlo, y para las acciones llevaban puestas máscaras de gorila. Con humor y sarcasmo explicaban en panfletos las delicias de ser mujer y artista como por ejemplo:



A unos cuantos kilómetros está 
Mochlos, un tesoro escondido en la costa nordeste de Creta, al que accedimos por una carretera que bajaba, se retorcía y seguía bajando hasta llegar a un paraje extraordinario y mágico, de cuatro casas , una taberna, una calita y un asentamiento minoico en un islote a 150 metros de la cala, que según dicen estuvo unido a tierra firme y donde continuan las excavaciones para recuperar vestigios de tiempos remotos.
Un lugar escondido, reservado y tranquilo los días de sol, pero también un lugar de aquellos donde el mar y la tierra se encuentran los días borrascosos y tienen un amor brusco, visceral, potente y único, de bahías de rocas afiladas, viento y embates de espuma.
En la taberna nos dieron lo que había, que no era poco: una abundante ensalada griega con mucho feta, pescado frito, cordero, naranjas y mandarinas... y varias jarritas de su vino blanco, fresco y buenísimo.
Y allí dejamos pasar el tiempo hasta que oscureció en Mochlos, con la seguridad de haber disfrutado de un lugar único.

Organizador que, visto lo visto, hizo un buen papel ganando a KK Split y a València, y manteniendo el tipo con el Real Madrid con el que perdió por 4 puntos después de ir ganando todo el partido, y con Cajacanarias con el que perdió de 3 después de una prórroga.

Uno de estos lugares fue

Kritsa también estaba aletargado, vestido de navidad. Los dos únicos visitantes éramos nosotros, pero se intuía la animación del verano en sus tabernas con sillas amontonadas y sus calles en cuesta llenas de rincones bonitos.




Entre partido y partido tuvimos tiempo de pasear y hacer un poco de turismo.


feta, taramasalata, tzatziki, queso frito, croquetas de verdura, keftedes, hojaldres de queso y espinacas, dolmades, queso al horno, sopas especiadas de lentejas, moussakas...Buenooooo... Y seguimos con gyros, soulakis, pez espada, estofados de tripa, guiso de katopulos, todo regado por vinos helenos en abundancia, Parakalo, qué bueno...¿Queda sitio? Pues unos cafés con su poso, como los cafés turcos, pero que aquí son griegos. Y unos deliciosos pasteles griegos de "present", regalo... Mmmmm, gracias, efcharistó, buenísimos...



Aquí, un resumen basquetbolero y para el próximo post, un poquito de turismo por la tierra del Minotauro.